La Morgue Central de Lima por dentro y "en estado de coma" (VIDEO)
La Morgue Central de Lima por dentro y "en estado de coma" (VIDEO)

Llegué al Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público, mejor conocido como Morgue Central de Lima, porque quería ver cómo se practica una necropsia.

Pero lo que encontré es carencias de papel higiénico, guantes y mascarillas quirúrgicas para proteger a los médicos forenses.

La falta de estos implementos los exponen a enfermedades como tuberculosis, hepatitis e incluso VIH.

Los galenos, que desde hoy acatan un paro de 48 horas convocado por el Sindicato de Médicos del Instituto de Medicina Legal, tampoco tienen bisturíes ni jeringas. Les falta batas y no tienen radioactivos suficientes para procesar las muestras que recogen durante su trabajo.

EN COMA. Es como presenciar la muerte, lenta, de una institución encargada de analizarla. ¿Por qué la Morgue parece estar moribunda?

El olor metálico de la sangre y el formol impregnado en las losas y paredes me llegan a adormecer.

Los médicos de este lugar me dicen que aquí es fácil de desarrollar el Síndrome del Burnout, que es un tipo de estrés laboral que vuelve agresivas a las personas.

Me miro en un espejo y tengo la cara desencajada, los ojos rojos y siento pesadez sobre los hombros.

Solo llevo unas horas acá e imagino la presión que deben tener los médicos forenses que trabajan aquí en medio de tanta precariedad.

En este lugar hay diez mesas de metal de más de 25 años de antigüedad, donde se realizan las autopsias. Solo tres funcionan, las otras siete están en reparación.

Esta sala puede recibir 60 cuerpos; sin embargo, el espacio es pequeño. Si se repitiera un incendio como el de Mesa Redonda en 2001, que dejó más de 300 muertos, colapsaría. Aquella vez, los cadáveres se descomponían en el piso y estaban uno encima del otro en el patio.

Si Lima sufriera un terremoto de 7.3 grados, como el de Nepal que dejó más de ocho mil muertos en abril, ¿la historia de Mesa Redonda se repetiría? “Sí”, responde un forense.

CAOS Y AUSENCIA. La Morgue de Lima tiene 30 cámaras frigoríficas en el primer piso y otras 18 en el sótano.

Cuando hay congestión de cadáveres, se colocan dos en cada congeladora. Esto malogra los rieles, pues se rompen con el peso de los cuerpos y siempre están en reparación.

En este cadavérico edificio, el agua solo llega por horas. Una de las dos bombas que abastece de este líquido no funciona y la pálida casona de tres pisos queda desabastecida.

A ello hay que sumarle que la morgue tiene un déficit presupuestal de S/.4 millones 451 mil 606, pese a que este año el Ministerio de Economía les destinó S/.9 millones, según el INFORME N° 0378-2015-MP-FN-GG-GECLOG-GEPROG.

Al parecer, el dinero se hizo agua. Además de deficiencias estructurales, en recursos humanos y en el tema presupuestal, hay deficiencias tecnológicas.

Encontramos un microscopio electrónico valorizado en 400 mil soles que no está calibrado. Es decir, los resultados que arroja son imprecisos.

La Morgue tiene un tomógrafo valorizado en un millón de dólares, que debe realizar los exámenes a fallecidos, que fue adquirido en 2011 y está nuevo. Sin uso.

El Sindicato de Médicos del Instituto de Medicina Legal del Perú acusa de este “desfalco” al jefe del Instituto de Medicina Legal, Gino Dávila, quien enfrenta investigaciones por los delitos de violación del secreto profesional y abuso de autoridad que datan desde que inició su gestión hace ocho años, cuando la exfiscal Gladys Echaiz lo colocó en el cargo de confianza.

Intentamos comunicarnos con el jefe nacional de la morgue, Gino Dávila, a través de la Fiscalía de la Nación, pero no tuvimos respuesta.

La oficina de este funcionario se ubica en la cuadra cuatro de la avenida Abancay, a veinte calles de la sede central de la institución que dirige, en la cuadra uno del Jirón Cangallo. Desde allí, parece que no se da por enterado de que la sede forense no cuenta con un procesador de residuos.

En otras palabras, contaminan el medio ambiente arrojando los desechos líquidos de la morgue al desagüe de la metrópoli.

Los médicos limpian lo que ensucian desde fines de abril, pues la Fiscalía de la Nación rescindió el contrato a la empresa del prófugo y presunto narcotraficante Gerald Oropeza, dueño de Sergero S.A.C. que desde hace nueve años realizaba esa labor.

Ha pasado más de tres meses de eso y no se convoca a una nueva licitación para solucionar este problema.

EN EL FONDO. Bajando las escaleras del primer piso de la morgue hasta el sótano, en el área de la Dirección de Tanatología Forense (Ditanfor), se aprecian unas 30 jabas verdes arrumadas. En su interior hay un promedio de 100 muestras.

Dentro de ellas hay envases de plástico con formol y trozos de fémur, tibias, dientes, pelvis, parietales, riñones, hígados, tejidos musculares, extremidades o glúteos.

En otros países, estos envases son de vidrio y quirúrgicos. Acá, en tapers. Sí, esos en los que uno guarda su almuerzo.

Allí adentro hay restos de cuerpos que fueron agredidos por bala o cuchillo. Muchas de esas nuestras no se han presentado en las audiencias y corren el riesgo -denuncian las fuentes confiables para este reportaje- de ser modificadas fácilmente por cualquiera que intente alterar las pruebas de un delito. Así, un crimen podría quedar impune.

Al atravesar el pasadizo vemos cajas apiladas y en desuso. A la mano izquierda hay alrededor de 20 bolsas negras de basura amontonadas.

Esta zona es restringida, aquí solo se ingresa con mascarilla, mandil y guantes.

En el laboratorio de patología clínica, los frascos con formol y más pedazos de tejidos y órganos están expuestos. No cuentan con elementos de bioseguridad.

En el oscuro cuarto se encuentran instrumentos quirúrgicos oxidados, tubos de ensayo sucios y no hay una campana extractora de gases.

Saliendo de esta habitación, a la mano derecha está el laboratorio de biología. El tacho de basura repleto, la mesa de cerámica sobre donde se extraen las evidencias para ser analizadas tiene residuos y la refrigeradora que hay para colocar los tapers con las muestras está repleta.

A diario se reciben un promedio de 14 cadáveres y llegan en la única camioneta que tiene la institución.

Los resultados de exámenes de toxicología tienen un retraso de un año, mientras que los de patología medio año, según refiere un médico forense.

La única cámara videograbadora para registrar las operaciones quirúrgicas de las cavidades bucales, o del ano o la vagina, entre otras zonas, tiene un alcance de 3.1 píxeles que incapacita las labores de los médicos, pues no se ve a la perfección las imágenes. Esto perjudica y retrasa las investigaciones en el Ministerio Público.

Los aires. Ahora camino al tercer piso hasta llegar a la azotea.

En esta área hay cinco técnicos almorzando sobre una mesa, al aire libre, frente a cerca de tres mil muestras colocadas sobre una repisa de metal, en envases de plástico con formol que datan desde hace diez años.

Los nombres y códigos de los rótulos casi ni se ven, han desaparecido con el paso de los años. Al lado izquierdo del estante encontramos dos cilindros de metal, donde se ve en estado de descomposición una masa gelatinosa a la intemperie que son los residuos líquidos.

“La única ciencia inexacta es la que hay en la morgue. Si estas muestras no cumplen con ningún tipo de cadena de custodia, de qué confiabilidad podemos hablar. Eso altera las investigaciones. ¿Cómo podemos contribuir eficazmente a la administración de justicia con esta clase de peritaje”, refiere un médico cirujano que prefiere no revelar su nombre por temor a represalias.

La justicia tarda, dice, pero tarda en darte los resultados que absuelvan o culpen al imputado. Todo esto sucede mientras la Morgue parece agonizar.

“Hay muchos colegas que han muerto, como el médico Carlos Mendoza, quien falleció hace ocho años de tuberculosis multidrogo resistente por no tener los implementos necesarios. Hay otros colegas que se recuperan de esa enfermedad. Son preocupantes los riesgos”, manifiesta la secretaria del Sindicato de Médicos del Instituto de Medicina Legal, Amanda Zárate Gonzales.

“Los colegas se han ido por bajas remuneraciones y capacitación. Hay un déficit de especialistas. Las convocatorias en plazas de provincias están desiertas y el tema de medicina legal es aún más crítico”, sostiene César Palomino, decano del Colegio Médico del Perú.

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