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"“El  no respetó ni a Dios”". Es una frase que hoy se escucha entre la gente del pueblo de Buenos Aires, en Ongoro, al ver su capilla llena de lodo y agua.

PESADILLA. El día miércoles a las 14:30 horas, un huaico destrozó sus viviendas y les quitó lo más valioso: su hogar. "“Jamás he visto eso, jamás"”, dice Delia Rodríguez, una mujer de 70 años que casi muere del susto. “De repente, el agua comenzó a correr por las calles como un río, luego ingresó a la casa, las mujeres gritaban y los hombres decían "a la chacra, a la chacra"”.

En el lugar, cada casa está a punto a caerse, la gente sale entre las pequeñas calles y dice: “las paredes son de adobe y pronto por la humedad se van a desplomar”, “No tengo ni ropa, ni comida, ni agua”, “cada vez que llueve tengo miedo”.

Pablo Curuhuaya almorzaba; afuera llovía, “pensé que era normal”, cuando de repente un agua negra ingresó a su cocina, y en menos de un minuto su vivienda era un pantanal. Una de sus hijas, la mayor, gritó: “papá los vecinos dicen que es un huaico, hay que correr”. Pablo no lo dudó, sacó a toda su familia. "“Cargué a mi nieta de tres años, la lluvia caía con tal fuerza que no se veía a menos de un metro y comencé a correr hacia la chacra"”. No recogieron nada, se quedó todo: ropa, comida, agua y esperanza.

A 200 metros más arriba de Buenos Aires, existe un segundo lugar: “"Los Malos Aires"”, una denominación a la suerte que han sufrido más de 400 topos de terreno cultivados. “"Esa vainita ya no crece, ¿cuánto invertí? 10 mil soles. Dinero prestado. ¿Cuándo voy a pagar eso? No sé porque esa cosecha se perdió”", dice Pedro Paucara un hombre que no entiende cómo en menos de una hora su cebolla se convirtió en una especie de sábana tendida.

Este pueblo, desde hace tres días atrás, no tiene agua potable pues su reservorio fue colmatado de tierra y además el canal de donde se llenaba se encuentra inhabilitado cinco kilómetros. El trabajo de limpieza durará 20 días.

“Esperamos que no ocurran enfermedades intestinales o algo parecido ahora que todo está mal”, dicen los damnificados.

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