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La carátula de la edición número 1099 del semanario Charlie Hebdo, del cual todo el mundo habla hoy, es bastante representativa y sintomática. “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”, rezaba aquella carátula que, más que faltosa y satírica, parecía solazarse sobre la masacre de más de mil egipcios a manos de la brutalidad dictatorial, con la imagen de un musulmán acribillado que intentaba protegerse (infructuosamente) con el Corán.

Pregunta simple: ¿Era eso satírico?

La libertad de expresión es un valor que muchos atesoramos y queremos seguir atesorando, y la sátira por supuesto es una forma válida y ácida y hasta agresiva de ejercer dicha libertad. Pero como en todo, la libertad ilimitada puede llevarnos a un libertinaje que atenta contra los valores que justamente defienden (o deberían defender) el periodismo y los medios en general.

Como ha escrito José Antonio Gutiérrez, a propósito de esto: “¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: ‘Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas’ e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos?”.

Por supuesto que hay que condenar la intolerancia de los musulmanes y ese acto terrorista perpetrado el último miércoles: nada justifica el derramamiento de sangre y el asesinato, ni siquiera las ofensas más hirientes y crueles. Pero ¿esas caricaturas degradantes y discriminatorias en medio del creciente odio islámico occidental es acaso el tipo de libertad de expresión que debemos sacralizar y defender? ¿No fueron los editores de Charlie Hebdo quienes mostraron inicialmente su intolerancia?

El mundo occidental se encuentra ahora dividido entre el miedo y el odio en torno al islamismo, y lo ocurrido esta semana, todo este derramamiento de sangre iniciado con el ataque a los periodistas y caricaturistas de Charlie Hebdo y que se ha desatado hasta ayer en París con los presuntos culpables y otros inocentes acribillados, terminarán indefectiblemente por atizar aún más la ira, la intolerancia y el racismo en esa parte del mundo. Y esta es la peor noticia en medio de los reprochables hechos de sangre de estos días en París.

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