GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

La peregrinación al Santuario del Señor de Qoyllurit'i es una de las demostraciones de fe más arraigadas en Hispanoamérica. Hasta Cusco llegan visitantes provenientes de todos los rincones de Perú e inclusive de Sudamérica y el largo camino que hay que recorrer desde la población más cercana, sorteando montañas y nevados hacen de esta peregrinación una prueba muy dura de pasar y un recuerdo que muchos creyentes quieren llevar consigo toda la vida. 

El día principal en Qoyllurit'i es una verdadera fiesta, luego de haber escalado las montañas y haber esperado la salida del sol en un ritual ancestral, los devotos, danzarines y ukukus (guardianes del Señor de Qoyllurit'i) descienden hasta la explanada donde queda el templo. La escena es simplemente conmovedora, música, baile y esfuerzo, sobre todo esfuerzo, todo a fin de rendirle tributo al Señor de Qoyllorit'i.

En total son más de 500 danzas las que participan de esta costumbre, todas pertenecientes a las llamadas naciones, que son agrupaciones de feligreses que se juntan en distintas partes de la región para peregrinar hasta el santuario; de entre las ocho naciones existentes, las más antiguas y numerosas son las de Paucartambo y Quispicanchi, cuyos miembros son de los primeros en descender de la montaña.

Los grupos son tan numerosos y los pasos de baile tan bien ejecutados al ritmo de los bombos, acordeones, trompetas y quenas, que la tierra literalmente vibra, dándole el toque de distinción y fuerza a estas naciones, cuyos integrantes mantienen la costumbre desde tiempos inmemoriales fusionando lo católico con lo andino.

Se dice que en total asisten más de 200 mil feligreses en esas fechas, cifra que no escapa de la realidad. Desde el atrio lateral del templo del Señor de Qoyllorit'i se yergue el párroco local para comenzar la misa de las nueve de la mañana, una de las más importantes y simbólicas de la fiesta, los creyentes alzan las imágenes, crucifijos y demás detalles que lograron adquirir en la feria de las alasitas (miniaturas) y piden su bendición, al concluir la misa el cura se retira y tras él deja los jarrones de agua bendita, listos para ser usados -con su permiso- por los jefes de las comparsas, estos rocían a los feligreses desde lo alto del atrio y convierten el lugar en una fiesta, los devotos salen bañados en agua bendita y retornan a sus ciudades, regiones e inclusive países portando recuerdos y memorias de su visita al Santuario del Señor de Qoyllurití.

El fin de fiesta se acerca y las comparsas se alistan para retornar a sus lugares de origen, se despiden hasta el próximo año, cuando volverán hasta el poblado de Mahuayani y emprenderán la caminata de ocho kilómetros atravesando las montañas andinas a fin de visitar Qoyllurití, cabe mencionar que algunos se quedan en Cusco para retornar para la octava de fiesta (una semana después) pero la mayoría se retira hasta sus lugares de procedencia.