Los Shapis vuelven a su tierra para recordar y festejar
Los Shapis vuelven a su tierra para recordar y festejar

Chapulin El Dulce se peina antes de salir al escenario. El rey de la Chicha peruana tiene que lucir bien ante las señoras, trabajadores, adolescentes, abuelitas, bebés y visitantes. A su lado Jaime Moreyra afina su guitarra, el público ha llenado el pequeño local donde brindan un concierto gratuito por su Bajada de Reyes. La fiesta empieza. Los Shapis vuelven a la pequeña provincia donde su leyenda es inamovible.

SOBRE EL BURRO. Un día Julio Edmundo Simeón Salgueran, desconocido en la mitología musical popular por ese nombre y alabado como más bien como Chapulín se encontró con Jaime Moreyra. Chapulín volvía de la chacra montado en un burro. «Hola, Chapulín». «Hola, Jaime». Ambos andaban sin grupo así que decidieron formar uno. La anécdota suena simple pero la circunstancia era inmejorable. Meses después, un 14 de febrero de 1981 presentarían al grupo Los Shapis (tomado de una danza tradicional de la provincia), sin una sola canción propia, sin micros, sin músicos. Todo lo necesario para un buen inicio.

FIESTA. Esta noche al medio del concierto hay dos varones en silla de ruedas. El lugar está repleto y los Shapis tocan uno de sus éxitos. «Borrachito borrachón». Los señores tienen las cervezas necesarias para pasar la noche sin moverse y beber hasta la saciedad. Alrededor la gente empieza a alzar la mano, un tipo carga una caja de cerveza en la cabeza y avanza pidiendo permiso. Las luces del escenario apuntan al público y una bulla se levanta, insaciable cuando suena «Ladrón de amor».

EL ESTADIO. Luego de llenar el estadio Alejandro Villanueva del Alianza Lima, Los Shapis ya eran historia. Lo hicieron dos veces. La gente podía llevar dos empaques de jabón Camay e ingresar. Mientras en el mundo gritaba por John Travolta y los Bee Gees, el Perú gozaba con lo Shapis y El Aguajal. «Luego del concierto en el estadio de Alianza Lima, en la noche, nos llamaron para el concierto en Francia», cuenta Chapulin. El serrano humillado y discriminado en Lima se sentía representando en esos dos amigos que llegaban a un país dónde no sabían cómo pedir el plao de comida porque tampoco sabían el idioma. En 1981 grabaron canciones que hicieron llorar a los mineros en los socavones, a los choferes en la sus combis a las borrachos en sus cantinas. Esta podría ser un resumen. Primero: Porque eres mujer, Por qué no me quieres; Tu boda; El Aguajal y así hasta la gloria.

Por culpa de los huaicos en la carretera Chapulin y Jaime han viajado 12 horas en lugar de 5. Ahora están sobre el escenario, mandando saludos, tomándose fotos con fanáticos que se pelean con los vigilantes para acercarseles. Es hora de «Chofercito carretero llévame lejos…», de «Cervesita licor amargo eres culpable de mis desgracias», y cómo no «El aguajal de ese lugar solo sabe mi sufrimiento». Detrás del escenario Chapulín guarda un termo con agua, necesario para la voz y un whisky para los amigos que se acercan. Su salud le jugó una mala pasada hace algunos años. Pesaba 105 kilos así que tuvo que ponerse rigor. Hoy pesa 55 pero duda antes de dar esa vuelta de 360 grados que inventó ha pedido de un empresario.

LA BANDERA. Los colores inconfundibles de los Shapis fueron tomados de la bandera de Tahuantinsuyo: azul, rojo naranja, amarillo y blanco. El objetivo fue unir a una nación dispersa en un solo paso. Pero a veces su música hace pelear y separa. Por ello Chapulín se molesta cuando sus amigos del género no le prestan importancia a la violencia que se genera en sus espectáculos. “Nosotros paramos el espéctáculo, que saquen al revoltoso y que continúe”, me dice muy serio. Quizá por ello la aspiración que tiene de que consideren a la Chicha como parte del folklor está lejos. Pero no se siente discriminado. En 2014 el gobierno le entregó la membresía de la Marca Perú. El único grupo de Chicha que obtenía este fugaz privilegio

Esta fiesta de domingo acaba tranquila. Con la euforia que el alcohol genera y la alegría que la acompaña. Los Shapis volverán el año siguiente con más años sobre el lomo, con más ganas de cantar para los choferes, ambulantes, obreros y ladrones de amor.

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