Los duros gestos del fujimorismo
Los duros gestos del fujimorismo

El fujimorismo asume que su papel hoy en la vida política consiste en fiscalizar al gobierno de turno. Entiende o pretende entender, y lo han dicho los miembros de su abrumadora mayoría, que es ese el encargo que el pueblo que votó por ellos les dio. Es una interpretación legítima, por supuesto, en torno a los votos que obtuvieron en la última elección, aunque todos sabemos que la cifra repartidora y su extraña normativa le dio a Fuerza Popular una mayoría absoluta más contundente aún. Es una interpretación tan legítima como incierta, aunque suene paradójico.

Y es que la abrumadora mayoría hoy detentada por Fuerza Popular -más allá de la extraña cifra repartidora que le favoreció- ha sido consecuencia del respaldo que obtuvo Keiko Fujimori en su aspiración como candidata al sillón presidencial. Entonces, el encargo del pueblo a esta mayoría congresal termina siendo una consecuencia lógica, pero no necesariamente real. Al menos desde mi posición. Pues, habría que preguntarle al votante de Keiko Fujimori si realmente se siente representado cuando Lourdes Alcorta chisporrotea desde su curul con esa precipitación verbal que suele contener poca esencia y sí mucho sebo venenoso. O si se siente representado por esa peculiar dialéctica exhibida por Héctor Becerril, mezcla de lentitud exasperante y conclusiones arrebatadas.

Habría que preguntarle al elector de la señora Fujimori si se siente representado por esa actitud chavetera y achorada que exhiben, por ese músculo ostentoso con escasa gimnasia intelectual.

No faltará quien diga que sí, que el fujimorismo se nutre de esas exhibiciones, que su voto duro y arraigado, puro y recio aplaude la bravuconada, el lenguaje procaz, que el pueblo prefiere mano dura antes que laxitud y debilidad. Pero olvidan que si Keiko Fujimori ha sido derrotada en las elecciones presidenciales dos veces consecutivas ha sido por esa conexión con el pasado y sus raíces; olvidan que para que ella gane necesita convencer a los no fujimoristas y, aún más, a los antifujimoristas.

Es obvio que Fuerza Popular no sostendrá una posición neutra y blandengue en el hemiciclo, y que como oposición les corresponde hacer un trabajo de control político. Pero a estas alturas pareciera que si les quitas la agresividad y las interpelaciones en serie se quedan sin nada que exhibir. Y me temo que no bastarán los gestos populistas.

El fujimorismo tendría que replantearse si le conviene seguir dejando la impresión de que busca básicamente tumbarse al gobierno, esa apariencia que sí va ganando terreno gracias a sus gestos políticos.