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Frente a 2 mil 800 internos de la cárcel más peligrosa y hacinada de Bolivia, el Papa Francisco defendió la reinserción de los reos en la sociedad durante su visita al Centro de Rehabilitación Santa Cruz - Palmasola, donde se presentó como un “hombre perdonado que fue y es salvado de sus muchos pecados”.

Durante su último día en Bolivia, el Santo Padre llegó al centro penitenciario, considerado la ciudad prisión de Santa Cruz de la Sierra, a las 9:30 de la mañana (hora boliviana) en un automóvil cerrado. Una vez adentro, abordó un pequeño vehículo blanco abierto que lo llevó a la explanada, donde enfatizó que “reclusión no es lo mismo que exclusión”.

“Que quede claro, porque la reclusión forma parte de un proceso de reinserción en la sociedad”, recalcó tras escuchar el testimonio de tres presos que, según la Arquidiócesis de Santa Cruz, le contaron que la comida penitenciaria no era buena y que algunos duermen en el suelo por falta de camas.

ABRAZADOS. El director de Prensa de la Arquidiócesis, Erwin Bazán, informó a Correo que, en su camino al patio principal del recinto, Jorge Mario Bergoglio pasó por los pabellones PC2 (de mujeres), el PC3 y PC4, saludando a su paso niños, mujeres y enfermos.

Una vez en el patio principal del PC4, el Santo Padre descendió y caminó lentamente hasta el podio, abrazando a las madres que tenían a sus hijos en brazos y a todo aquel que se le acercaba. Detrás de él, personal del Vaticano repartía rosarios a los asistentes.

Previo a su mensaje, el arzobispo de Sucre y responsable pastoral penitenciario, monseñor Jesús Juárez relató sobre el hacinamiento que viven los más de 4 mil 800 internos. Luego, se escucharon los tres relatos de los encarcelados, dos hombres y una mujer.

Entre ellos, el de la Ana Parada, quien le pidió al Papa que difunda el “terrorismo jurídico que sufren las personas de escasos recursos”. Mientras que otro, exhortó a que no los dejen “abandonados”.

“Que hayamos cometido un delito no significa que nos deban dejar así, en el abandono”, manifestó entre la multitud.

En respuesta, el Pontífice, quien personalmente pidió visitar esa cárcel, les dio un mensaje de esperanza en Jesús y les pidió (a los presos y a sus familias) recurrir a la oración para no caer en la desesperación. Además, les exhortó a ayudarse. “No tengan miedo a ayudarse entre ustedes. Luche por salir adelante”, dijo.

Al finalizar la ceremonia, la cabeza de la Iglesia Católica se dirigió a la parroquia de Santa Cruz para reunirse con los obispos bolivianos. Luego, subió al papamóvil y recorrió gran parte del cuarto anillo de la ciudad, donde miles de personas hicieron un cordón a los costados de la vía para despedirlo. Finalmente, se enrumbó en un auto cerrado al aeropuerto Viru Viru. Allí, el presidente Evo Morales le entregó un último obsequio con semillas oriundas de Bolivia antes de abordar un avión de Alitalia, línea oficial del Vaticano, que lo llevó a la ciudad paraguaya de Asunción donde terminará si recorrido por Latinoamérica.

LOS PERUANOS. La nota curiosa durante la visita del Papa Francisco a Bolivia la puso un grupo de peruanos.El dinero no fue impedimento para varios peruanos que decidieron viajar hasta Bolivia y seguir al Papa Francisco en su visita por La Paz y Santa Cruz, pues, gracias a su creatividad, no solo estuvieron cerca de él, sino que también costearon sus pasajes de regreso vendiendo souvenirs alusivos al Santo Padre.

Una de ellas es Yesenia, quien a pesar de que no quiso revelar sus apellidos, contó que salió desde su casa, en Los Olivos (Lima), con sus maletas llenas de posters y estampitas con el rostro de Jorge Mario Bergoglio y la billetera casi vacía.“He venido con varios amigos peruanos. Unos son arequipeños, otros de Cuzco. Todos decidimos vender estos productos para recuperar lo que invertimos al venir. Además, es una bendición tener al Papa tan cerca”, contó mientras vendía sus productos en el cuarto anillo de Santa Cruz.

En los alrededores de la cárcel de Palmasola, María Reyna Huaina (53) ofrecía rosarios a 5 y 10 bolivianos. Su motivación era juntar lo necesario para comprar el boleto de regreso a Arequipa, de donde salió acompañada de su esposo Juan.

“Soy del barrio Salaverry de Arequipa. Se nos ocurrió vender rosarios para poder pagar los gastos del viaje”, confesó la arequipeña.