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Los cien primeros días de Elidio Espinoza son inversamente proporcionales a los cien primeros días de César Acuña. Uno está como aquel que entra al mar sin pericia para nadar y es sacudido por las olas más bravas, mientras que el otro es como aquel surfista que presume de su manejo de las olas y saca pecho aunque su aparente malabarismo mar adentro es más que nada una finta.

Y es que, claro, el alcalde de aún está perdido en ese mar de normas y procesos administrativos, y su equipo cambiante que aún no consolida tampoco tiene -en su mayoría- el conocimiento pleno requerido para echar andar el motor municipal. Me parece que Elidio Espinoza quiere, pero no puede, y aún está por verse si las movidas efectuadas y el golpe recibido en la médula misma de su organización política (sus otrora incondicionales no dejan de irse de su lado) lo terminará de estancar o lo llevará a tomar medidas imprevistas que hagan sacudir a este aparato edil aún averiado, incapaz de ejecutar, por ejemplo, el gasto destinado a proyectos de inversión.

En la otra orilla, en tanto, el gobernador regional hace alarde de celeridad y agilidad. Los números le sonríen en el arranque, está entre los primeros en la ejecución del gasto según el Ministerio de Economía y Finanzas, gracias a que -a diferencia de la autoridad municipal- ha continuado con lo encontrado y lo ha sabido aprovechar. Su antecesor José Murgia lo sabe bien, y por eso reclama también un derecho de autoría, que mucho de lo avanzado se avanzó en su gestión. (O acaso Murgia dejó la casa en mejor estado del que Acuña y los suyos le dejaron a Elidio; detalle a tomar en cuenta)

Pero la realidad por ahora es esta. Acuña se siente rápido y furioso, le traiciona la vanidad -otra vez, diría su asesora Tania Baca- y se pone un veinte de nota. Mientras que Elidio Espinoza, premunido quizás por la resaca de la Semana Santa, pide disculpas por los errores y -no sabemos si con o sin intención- da un golpe estratégico de imagen ante la opinión pública, que lo ve como víctima al lado de un Acuña cuya vanidad le ensombrece y que, además, empaña su empeño por ejecutar proyectos con su cada vez más evidente intención de dejar la Región para postular en el 2016.

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