Vallejo en la coyuntura
Vallejo en la coyuntura

En medio de aquel seco calor colmado de polvo en el pavimento y en el aire mismo, al mediodía de ese jueves inverosímil, hubo necesidad de celebrar los 125 años de César Vallejo, el tótem liberteño por excelencia, el vate más querido, el master of the universe de la poesía.

Desde un balcón del centro de la ciudad se podían visualizar algunas locaciones por las que Vallejo transitó y recreó su corta vida: el local central de Universidad Nacional de Trujillo, mudo testigo de la sustentación de la tesis universitaria del poeta; las cercanías de su vieja pensión, cuyo rincón hoy sirve a los comensales que le rinden culto a la comida criolla; y las cercanías, también, de esa cárcel dolorosa e injusta que lo marcó para siempre.

El cielo estaba luminoso, pero a la vez, cargado de nubes fatalmente promisorias. Iba a llover, aquí o más allá, y las quebradas eran amenazas cada vez más serias después de una primera incursión del día anterior. Y en la mesa estaban los escritores Luis Eduardo García y Luis Cabrera Vigo, junto al docente Ernesto Ortiz, que había llevado las obras completas del inmortal poeta cuyos 125 años nos convocaba.

Situación de emergencia y poesía vallejiana, calor seco de polvo a la deriva y barro amenazante. No era un jueves cualquiera, Vallejo, y los versos empezaron a aflorar.

“Y, desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato, / crece a treinta minutos por segundo, / paso a paso, / y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces / y la condición del martirio, carnívora, voraz, / es el dolor dos veces...”

Los “Nueve monstruos” del poeta eran como la coronación de un momento coyuntural, en medio de la vorágine de la situación que atravesábamos el jueves y todo este fin de semana los liberteños, los norteños, los peruanos. “Jamás, tanto cariño doloroso / jamás tanta cerca arremetió a lo lejos, / jamás el fuego nunca / jugó su rol de frío muerto! / Jamás, ministro de salud, fue la salud / tan mortal / y la migraña extrajo más frente de la frente!”.

Leer a Vallejo en sus 125 años, sin que muchos sean los que lo recuerden verdaderamente, porque las autoridades locales no han sabido reivindicarlo en su medida, porque nosotros mismos, que lo queremos y creemos atesorarlo, no hemos movido un dedo para hacerlo gritar de un modo verdaderamente apoteósico en medio del olvido y la ingratitud, aun setenta y nueve años después de su partida.

Y es que Vallejo nos sigue recordado con sus versos lo que somos y lo que hemos de ser, hoy más que nunca: “Ah! desgraciadamente, hombres humanos, / hay, hermanos, muchísimo que hacer”.