Vallejo en los infiernos
Vallejo en los infiernos

Apenas minutos después de pitarse en el Cusco el final del partido que enviaba a Vallejo a Segunda, mi buen amigo, el periodista deportivo Oswaldo Rivasplata, me escribía esto a través del Whatsapp:

“Tres semanas atrás te lo decía en la radio. UCV no se salva. Lo peor es que se va entregado, sin luchar, sin dignidad”.

El descenso de Vallejo, pues, tomaba por asalto a muchos, pese a lo que me decía Oswaldo Rivasplata. Ha sido tanto así, que aún hasta hoy muchos no asimilan la noticia o no le dan crédito a lo que les dicen desde las redes sociales y desde los titulares de los medios.

Rivasplata, siempre tan agudo para analizar las cuestiones de fútbol, esbozó además un diagnóstico de lo ocurrido:

“Quizás, pues, anduvo muy ajeno al sentir social, directivos arrogantes, entradas a precios astronómicos para partidos con grandes, conflictos permanentes con jugadores y sus propios hinchas. Cosechó lo que sembró”.

De hecho que se vienen ríos de tinta para poder entender mejor por qué uno de los equipos más solventes del fútbol peruano tuvo esta debacle, este decaimiento paulatino. Porque el descenso de Vallejo se asomó desde muy temprano como un fantasma, pero fue tomando forma y se fue poniendo más serio conforme avanzaba el campeonato.

La ironía además estriba en que esto ocurre en el momento en que Carlos A. Mannucci, el equipo que ha estado ahí siempre en buena parte del imaginario colectivo como el verdadero emblema futbolístico trujillano, tiene posibilidades de llegar a Primera División.

El descenso, además, parece coronar con espinas un año difícil para César Acuña, seguramente el más complicado de los que ha pasado en los últimos tiempos: se da en el mismo año en que su candidatura presidencial se ahogó en medio de las denuncias de plagio, en el mismo año en que su imagen y la de su universidad sufrió un duro revés del que aún no se recupera.