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La conductora de televisión Mávila Huertas comparó hace poco a César Acuña con el antihéroe de la serie House Of Card, Frank Underwood, ese personaje maquiavélico, cerebral, genio de la conspiración y ambicioso de poder interpretado por el actor Kevin Spacey.

Ha sido una comparación, para muchos, cercana a la torpeza, aunque Huertas hizo referencia a un hecho particular: la publicación de un libro biográfico de Acuña con fines bastante electoreros. En la serie de Netflix, Frank Underwood hace lo propio al contratar a un escritor para que narre sus peripecias de vida, pero adornadas por la imaginación y la demagogia del protagonista. Tal vez en este último aspecto sí vale la comparación.

Pero House of Card nos muestra como protagonista a un político virtuoso para el debate, con instinto y reflejos para salir airoso de los problemas que le aparecen en su camino hacia el poder; Underwood es un político tradicional en ese sentido, que se ha curtido como tal en una larga carrera de años como congresista y que corona con su ascenso a Vicepresidente de la República y su llegada final a la Presidencia, en el sillón máximo de la Casa Blanca.

Claro que Acuña quisiera tener la habilidad y genio de Underwood para llegar a la Presidencia de la República. Acuña, sin embargo, carece de esas potencialidades. Aunque ha logrado también aglutinar poder, ha sido más chicha, más mercader que político.

Frank Underwood, eso sí, es inescrupuloso. No se hace problemas en traicionar a su propia gente de confianza. De hecho, traiciona al Presidente de la República que lo ungió como vicepresidente, solo para llegar al lugar que tanto codicia: el sillón de la Casa Blanca.

César Acuña trata de ganar con dinero lo que no puede con habilidad y estrategia. El protagonista de House Of Card es, ya se dijo, un estratega genial capaz de convertir en una oportunidad las denuncias que salen en la prensa, capaz de llevar a la opinión pública hacia donde más le conviene. Underwood, como los políticos más duchos y pendejeretes, filtra información, manipula a los medios desde su despacho, crea cortinas de humo, héroes y villanos. Es capaz de matar por el poder.

Eso sí, tanto Acuña como Underwood saben esto: el poder es lo más importante, aún más que el dinero mismo. Y por eso el primero no se conformó con ser un empresario exitoso.