Ángela Ponce: “Cojo una cámara y me siento completa como ser humano”
Ángela Ponce: “Cojo una cámara y me siento completa como ser humano”

Pudo estudiar diseño de modas, pero, como Ángela Ponce dice, “por cosas del destino” su trabajo de traductora, al lado del lente de Mario Testino, varió el ángulo de su vida. Cargando papeles de un lado a otro, un Mario echado en el estudio fotográfico, listo para el siguiente disparo, la saludaba con la mayor soltura. Él trabajaba, ella veía. Siempre detrás. “En ese entonces, yo no sabía nada del uso de cámaras ni de flashes”, asegura. El contacto sucedió solo una vez: Ángela comentó su deseo de estudiar fotografía y él, con tono familiar, aconsejó algunas buenas instituciones. No conversaron más. Él viajó. Ella abandonó ese lugar. Tras esa experiencia, la chica de la cámara Pocket se embarcó en uno de los oficios que más que un trabajo, es una forma de vida.

Trabajas en un medio que sigue siendo culturalmente un territorio masculino...

Diría que bien machista. No solo las personas envueltas en la fotografía creen eso, también la gente de a pie. Algunos no pueden creer que trabaje sola como cualquier otro compañero.

Muchas fotógrafas sienten que las encasillan a temas más “lights” o sensibles... 

En realidad, está bien arraigado en la sociedad. Lamentablemente, no es solo contra las fotógrafas, sino en cualquier profesión que te subestima por tu condición o hasta por ser joven. Una mujer siempre está luchando contra esa ola de prejuicios sociales.

¿Eres fotógrafa las 24 horas del día? 

Sí. En la calle, en el carro, cualquier cosa lo ves con ojo fotográfico, tu lente es tu ojo. Casi todo el día estoy pensando en fotos, en qué luz me gusta, en todo. Cojo una cámara y me siento completa como ser humano. Es como una necesidad.

Algunos aseguran que el 50% de una buena foto es suerte. ¿Compartes la idea?

Para un buen trabajo, no lo creo. Todo depende de sacarle la vuelta a la situación y cómo hacer que eso funcione hasta cierto punto.

¿Es complicado sacar una buena foto en una comisión de pocas horas? 

No. Por ejemplo, la serie que hice en Uchu fue en cinco horas. Algunos me preguntaron cuántos días me tomó, pero la entrega de cuerpos fue rápida.

Con respecto al proyecto Uchu, ¿cómo nace el interés por abordar este tema?

Fue por mi tesis. Después de leer varios capítulos del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, me contacté con las víctimas de Barrios Altos y fui al lugar de la masacre. Ellos conocían a otras personas afectadas del caso la Cantuta, de la Universidad del Callao, y empecé a relacionarme en las reuniones de memoria que se hacían por los familiares desaparecidos. Una cosa me llevó a la otra.

Todo fue como una bola de nieve que va creciendo...

Sí. Empecé sin saber muy bien en lo que me metía. Había leído poco y, al involucrarme más con ellos, compré más libros, investigué y llegué a casos poco conocidos. Entonces empecé a viajar, a cubrir entregas de cuerpos en Cayara, Lucanamarca y Uchu, este fue el último.

¿Y cuál es tu intención a la hora de documentar estas historias? 

Más que hacer un bonito retrato, la fotografía es un medio de activismo a través de tus imágenes. Tal vez tú no protestes, pero ayudas a que otras personas escuchen o sepan lo que ellos sienten. Como fotógrafa, es mi tarea hacer que el público vea, piense y actúe sobre temas poco vistos.

Algunos proyectos de fotografía, que presentan a los afectados por la violencia, los muestran con las caras cubiertas o girados de espalda. ¿Cómo es tu tratamiento fotográfico? 

Siempre con mucho respeto. Algunos familiares no quieren ser fotografiados, y yo no trato de robarles la imagen. Es un tema muy delicado, muy fuerte. Por suerte, a la mayoría de las personas que fotografié no se oponen. Al final, tejo lazos y no solo voy a cubrir una comisión. Todo es un apoyo entre peruanos, víctimas, personas que no están relacionadas a uno, pero eso no nos puede hacer ajenos a su dolor.

Más allá de los premios, ¿de qué foto te sientes particularmente orgullosa? 

No sé si me sienta orgullosa. Sí estoy alegre de aportar para una memoria colectiva en el Perú. Mientras algunos documentan las historias de estas familias, yo lo hago gráficamente, y eso me llena.

¿Y hay alguna foto imposible? 

Hay fotos difíciles. Hablando de Uchu, además de estar apta para subir a la altura, una debe prepararse psicológicamente. Ver cómo lloran las familias, cómo reciben los huesos y la ropa son escenas muy fuertes. Hay momentos en que deseas darle un abrazo, un aliento. No se puede estar en ese espacio como un ser humano y no ser conmovida.

DATO

Ángela Ponce Romero Periodista gráficaLos proyectos ganadores de la XIII edición Espacio Tiempo 2016, entre ellos “Uchu”, fueron expuestos en la Casa de la Identidad Regional (Trujillo).

32 años pasaron para que las autoridades entregaran los restos de las víctimas de Uchu.

5 días fue el tiempo de trabajo para concretar el proyecto ganador.