Fukushima o la tierra sin humanos
Fukushima o la tierra sin humanos

Okuma, poblado de la prefectura de Fukushima, vive estos días su sétimo verano nuclear. Un equipo del medio japonés Asahi Shimbun sobrevoló la localidad, abandonada luego del accidente atómico de 2011. Las imágenes captadas describen un escenario postapocalíptico: una ciudad sin vida humana, donde la vegetación -contaminada por la radiación- invade espacios públicos, casas y vehículos, convirtiendo a Okuma en una pequeña selva radioactiva.

El 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9 sacudió la costa este de Japón. El movimiento telúrico ocasionó también un tsunami. Estos fenómenos generaron una serie de desperfectos en la central nuclear de Fukushima, ubicada en Okuma. Se registraron fallas en el suministro eléctrico y en los sistemas de refrigeración, que desencadenaron una fusión de tres de los reactores nucleares y explosiones debido a la fuga de hidrógeno.

Aunque organizaciones como Greenpeace denunciaron que el grado de contaminación por radiación era elevado, no fue hasta el 11 de abril de 2011 que el gobierno japonés calificó oficialmente al incidente como nivel 7, el máximo en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares. Esta clasificación puso al evento en el mismo estatus de gravedad que el accidente de Chernóbil, ocurrido en abril de 1986.

REGRESO. A consecuencia de las fallas en los reactores de Fukushima, más de 100 mil personas fueron evacuadas de sus hogares. Si bien el gobierno ha levantado las órdenes de evacuación en varios de los poblados alrededor de Okuma, muchos se resisten a retornar. A enero de este año, un informe reveló que en las localidades japonesas de Tamura, Minamisoma, Kawauchi, Katsurao y Naraha -también afectadas por el accidente nuclear- solo el 13% de los evacuados regresó a su hogar.

Greenpeace Japón, Human Rights Now y otras ONG niponas han denunciado al gobierno de estar “forzando” a los evacuados a retornar. Un documento presentado en marzo último por las organizaciones señala, por ejemplo, que la radiación en gran parte de la localidad Iitate -declarada habitable desde abril- supera ampliamente el umbral seguro para la salud humana.

Las ONG detectaron allí niveles de hasta 2.61 milisieverts anuales, más del doble del techo de 1 milisievert recomendado por la Comisión Internacional de Protección Radiológica (CPR), y que acumulado supone “un serio riesgo a largo plazo para quienes retornen a sus hogares”.

Los niveles son aún mayores en zonas forestales de Iitate, que suponen el 75% del municipio, donde la radiactividad “es comparable a la zona de exclusión de Chernóbil”, en la que el acceso sigue prohibido más de 30 años después del accidente.

Como en Chernóbil, los relojes están paralizados en Okuma. En los comercios, los productos yacen tirados por los suelos, prueba de lo que fue una evacuación desesperada.

“Los residentes de estas poblaciones en zona de exclusión empacaron tan rápido que ni siquiera se llevaron objetos de valor”, comentó el fotógrafo malasio Keow Wee Loong, quien arriesgó su vida al visitar el área en 2016, usando solo una máscara antigás, pero no traje antirradiación. “Al llegar a la zona roja, podía oler los productos químicos y sentí ardor en los ojos”, aseguró. Okuma sigue siendo inhabitable.

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