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Nueve congresistas del norte del país repetirán el plato, algunos por segunda vez y otros por tercera, quienes deberán mejorar su producción y remediar los errores que hayan cometido en su labor. Sin embargo, hay otros 23 nuevos representantes de esta zona que deberán hilar fino en este trabajo de servir al país, y no al revés.

De los nueve, Marisol Espinoza, Karla Schaefer y Freddy Sarmiento (Piura), Octavio Salazar, Elías Rodríguez y Richard Acuña (La Libertad), Javier Velásquez y Héctor Becerril (Lambayeque), Segundo Tapia (Cajamarca), esperamos que, despojados de sus camisetas políticas, se enfoquen en legislar a favor de la población y no sobreponer sus intereses personales.

Sin embargo, del resto de virtuales parlamentarios (en Tumbes y Áncash son todos nuevos), esperamos que elijan a su mejor equipo de trabajo, lejos de argollas y pagos de favores por la campaña, piensen en proponer mejores leyes y fiscalicen al poder de turno. Por favor, a sus electores, a quienes confiaron en ustedes, evítenles la vergüenza del desaforo y la suspensión por faltas éticas y constitucionales.

A estos nuevos 23 legisladores, se les exige que no se atrevan a recortarles el sueldo a sus trabajadores y menos inventar asesores sin rosto para embolsicarse sus haberes del mes. No sean angurrientos que, con el dinero de todos los peruanos, les pagamos sus 14 sueldos al año, más gastos de representación y otras gollerías.

Si en la campaña han mentido para ganar votos, como decir que gestionarán recursos para sus jurisdicciones, que generarán empleos y disminuirán la pobreza, se les pide ahora que enmienden sus pachotadas orientándose en lo que en realidad pueden hacer como congresistas.

Desde ya deben acercarse a quienes serán sus futuros asesores y elaborar propuestas de leyes. No lleguen al Hemiciclo, como ha pasado, a decir que recién se van a enterar de qué se trata el trabajo de un parlamentario. Después los agarran de “cholitos” los programas de televisión y no saben ni dónde queda la capital de sus regiones.

Soñar no cuesta nada, pero siempre es buena la esperanza de que en los próximos cinco años tengamos un Congreso más decente. Ojo, la valla está al ras del suelo.