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El alcalde de Chiclayo, David Cornejo, tuvo la amabilidad de resumir la situación de la ciudad en una hora y media. “¡Quebrada!”, dijo al final. Es decir, las entidades públicas no quiebran, pero si esta fuera una empresa privada, hace rato que hubiera sido asumida por una junta liquidadora. Hay mucho trabajo por hacer para dejarla saneada y hay optimismo para lograrlo.

Como todo lo malo nos deja un ejemplo, he aquí la buena manera de explicar que la corrupción del aparato público, aun si en un inicio no les afecta directamente el bolsillo, tarde o temprano termina pasándole la factura a todos los pobladores. Y David Cornejo dio un claro ejemplo de cómo permitir que otros roben -o incentivar- puede ser perjudicial para la ciudad.

El burgomaestre, quien hace 25 años fue diputado por el PPC, contó que su antecesor Roberto Torres, hoy encerrado con prisión preventiva, había permitido edificaciones ilegales solo pensando en su bolsillo. Por ejemplo, en el centro de la ciudad había dejado que construyan edificios de más de 5 pisos, previa coima, a pesar de la incapacidad del suelo y del saneamiento.

Muy bien, Chiclayo fue creciendo de manera vertical y las familias y las oficinas se iban incrementando. Años después, el colapso de los desagües no se hizo esperar. ¿Qué había pasado? Los colectores de las aguas residuales no estaban preparados para soportar desechos de más personas y ahora la ciudad -todos- padece de esta inmundicia.

Siendo positivo, David Cornejo comenta que Chiclayo necesita unos 20 años para estar en azul (tiene una deuda de 300 millones de soles) por culpa de los pasados periodos municipales, en especial el de Roberto Torres, quien manejó a su antojo la comuna provincial y terminó depredándola.

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