En tiempos de la Ballena Azul, la política peruana ha entrado en el juego peligroso de desacreditación total del que ni siquiera el héroe “pulguístico” Raúl Ruidíaz podría salvarlo.

Y es que, en verdad, la situación está para gritar “¡Madre Mía!”, aunque, sobre este tema, el “Capitán Carlos” se hace el loco y sobre la marcha quiere fondearlo diciendo que es un “refrito”.

Nadine Heredia, por su parte, zapatea a todo diente porque asegura que el “llorón” Alan García -así le dijo ayer- chuponeó a Ollanta Humala más que el “Zorro” Christian Meier a Alondrita, la ex del “Depredador” Paolo Guerrero (que, a propósito, juega en el país de Odebrecht, la mata de la corrupción que tiene en jaque a los últimos expresidentes).

“Dedicaron cinco años a destruirme porque impedí la reelección conyugal. Pero si no, se hubieran quedado”, arremetió AG, desde su estoica bicicleta en Madrid, siglas que para muchos tendrían que significar “Agarren a Alan”.

Asimismo, los hombres y mujeres del Perú se preguntan qué patente de corso protege a Alejandro Toledo que, según la Interpol ya lo tiene ubicado, oleado y sacramentado, pero nadie logra traerlo para que cumpla los 18 meses de prisión preventiva que le impuso el Poder Judicial por el caso Ecobeba, perdón Ecoteva.

¿Qué se insinúa para los próximos días? No mucho. Quizá nada. La justicia peruana es pecho frío, temerosa, ingenua, con falta de olfato y no atiende o tarda mucho en atender el clamor popular. Por eso es que le toman el pelo y cualquier cacaseno, bertoldo o bertoldino se va de robo.