“Nadie es profeta en su tierra...”, fueron las primeras palabras de Alejandro Toledo en la reciente presentación en el Perú de su último libro, La sociedad compartida: una visión para el futuro global de América Latina. En efecto, luego de su exitoso lanzamiento en abril en las universidades de Denver, Stanford, Berkeley y San Francisco, así como en Nueva York y Washington, y que por su gran acogida fue traducido a varios idiomas, en nuestro país todavía no estábamos viendo la trascendencia de su contenido. Lo he leído íntegramente para poderlo comentar con el rigor que la Academia exige. A diferencia de otros políticos u hombres de Estado acostumbrados a quejarse del pasado, la obra del profesor de Stanford e investigador de Harvard es una osada propuesta acerca del futuro de nuestra región. En su pluma hay un categórico optimismo sobre América Latina para las próximas décadas y una responsable advertencia acerca de lo que debe hacerse ahora para que la aspiración de una mejor calidad de vida, especialmente para los más pobres, sea una realidad. El expresidente relieva el gran momento de la región por su crecimiento económico y anota que su consecuencia deberá ser la verdadera redistribución de la riqueza. Con ello -añade- la pobreza será erradicada y, entonces, se habrá cumplido el objetivo social inclusivo, cuyo salto cualitativo será el ensanchamiento de las clases medias. Su apego a la democracia, por cuya restitución tanto luchó en el Perú, y su obsesión por la educación, que lo llevó a la cima -insiste-, es la clave para el desarrollo. El libro reafirma que Toledo es un académico y estadista, antes que un político.