“Aloft: No llores, vuela” es el tercer largometraje de la peruana Claudia Llosa, que en esta oportunidad ha contado con un mayor presupuesto de producción. Sin embargo, no ha conseguido superar a sus dos previas y logradas cintas nacionales, “Madeinusa (2006) y “La teta asustada” (2009). Se trata, asimismo, de la primera película de la cineasta rodada fuera del Perú, hablada en inglés y con un destacado reparto internacional.

Gracias al triunfo de Llosa en el Festival de Berlín con “La teta asustada” y la posterior nominación de esta cinta al Oscar en la categoría de mejor película extranjera, se le abrieron las puertas más allá de nuestras fronteras. Y eso le ha permitido acceder a un mayor nivel de producción en “Aloft”, pero no a Hollywood como muchos piensan equivocadamente.

La cinta en cuestión es una coproducción hispano-franco-canadiense de carácter independiente, cuyo presupuesto es evidentemente mayor que el de las películas peruanas, incluyendo las de la directora, pero inferior al de los productos de envergadura que se hacen en Estados Unidos. Llosa es muy consciente de esto y, además, lo ha declarado públicamente. Marca sí un avance en su carrera profesional, aunque los resultados estén por debajo de lo que cabía esperar de ella.

ENTRE EL PASADO Y EL PRESENTE. Estamos aquí ante una historia de redención y búsqueda espiritual que se conjuga entre el presente y el pasado para ilustrar lo sucedido a Nana Kunning (Jennifer Connelly) y su primogénito Ivan (Cillian Murphy), separados por espacio de dos décadas después de un grave accidente en el que murió su hijo menor. Al cabo de ese tiempo, Nana se ha convertido en una enigmática sanadora y su hijo mayor ha formado su familia y se dedica a la crianza de halcones híbridos.

La posibilidad de un reencuentro entre ambos será hará realidad gracias a la intervención de Jannia Ressmore (Mélanie Laurent), una periodista interesada en averiguar el paradero de Nana no precisamente con fines profesionales. Ella recurrirá a la ayuda de Ivan, quien al principio se mostrará renuente a volver a ver a la madre que lo abandonó.

La puesta en escena tiene una curiosa vocación minimalista que Llosa aprovecha bastante bien en determinados momentos, a través de una cámara que sigue muy de cerca a los personajes, que busca intimar con ellos. Hay una cierta emoción en la relación de Nana con sus hijos pequeños, que resulta lo mejor de la cinta. No ocurre lo mismo con el viaje -en tiempo actual- que emprenden Ivan y Jannia, que carece de misterio pese a que la cineasta intenta profundizar en la relación que se establece entre ambos.

Es en ese discreto devenir espacio-temporal que Llosa confunde un poco la apuesta minimalista con una cierta superficialidad en el desarrollo de los personajes y algunas situaciones que se sienten morosas. Incluso, el desenlace se percibe un tanto abrupto y simplificador. De todas maneras, el drama progresa -en parte- gracias a las convincentes interpretaciones de Connelly, Murphy y Laurent.

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