Ayer se presentó en la Universidad San Ignacio de Loyola el libro “Yo Ministro”, escrito por Álvaro Becerra Sotero. A manera de homenaje, y en gratitud por todo lo que me enseñó, le dedico mi columna.

Fue Álvaro quien despertó en mí el interés por la política. Recuerdo las múltiples conversaciones sobre sus experiencias como ministro de Fernando Belaunde, sobre la coyuntura política y sobre el futuro político del Perú.

Su periodo como ministro de Estado le dio la oportunidad de dar lo mejor de sí al servicio de nuestra patria. Álvaro consideraba a la incursión en la vida política como un servicio cívico obligatorio que todo peruano -en el momento de ser llamado- debe cumplir sin regateos ni condiciones.

Soy testigo de que cumplió su función de ministro con valentía, honestidad y afán de servir en todo momento en cualquier causa que consideró correcta y sirviendo a cualquiera que lo buscara, sin distintivos sociales ni políticos.

Su paso por la política fue muy positivo en todos los aspectos. Supo ser receptivo y humilde para escuchar a los que más sabían, contó con la capacidad de convocatoria para rodearse de gente hábil y capaz en los puestos de confianza, tenía la personalidad y el carácter para representar bien al Estado y fue conciliador con sus colegas de gabinete para lograr las medidas necesarias en beneficio del país. Álvaro nos deja muchas lecciones de vida, entre ellas, la de hacer prevalecer el diálogo con sencillez, fortaleza y positividad.

Su libro es un testimonio de una persona que dio lo mejor de sí en todos los aspectos y que creyó siempre en su propia honestidad. Es un honor haber aprendido tanto de él. Un hombre noble, un caballero de esos que necesitamos en nuestra política.