Estamos advertidos que se viene un intenso Fenómeno de El Niño, así que la cuenta regresiva comenzó para enfrentar a la naturaleza y sus inesperados embates. Es responsabilidad de las autoridades y de los ciudadanos, en especial de la gente del agro, tomar todas las precauciones frente a un desastre natural. ¿Hemos aprendido algo desde 1997?

Pongo un especial énfasis en los ciudadanos porque debemos tomar consciencia de las consecuencias de un “Niño” (inundaciones, sin energía eléctrica, negocios desabastecidos, carreteras obstruidas, etc.). Para quienes bordean los 30 años, diciembre de 1997 e inicios de 1998 son tiempos ajenos a su conciencia de niños, mas no a la gente que por ese entonces tuvo que padecer no solo por las lluvias sino por las diversas enfermedades que se presentan.

Así también, quienes aún éramos niños en 1983 no tenemos el recuerdo fresco de cómo nuestros padres afrontaron un devastador fenómeno (6% del PBI en pérdidas). Para quienes aún no nacían, imagínense los días sin luz eléctrica, la cola para el kerosene, la falta de alimentos, los especuladores de siempre y, como cereza de pastel de la desgracia, los inicios de la subversión. ¡Tiempos miserables!

Estamos en otras épocas, es cierto, donde el terrorismo parece haber acabado -al menos en el norte- y hay más efectivo en los hogares, pero aún tomamos a la ligera un anuncio sobre este fenómeno natural. No solo las autoridades tienen que cumplir obligaciones para que las lluvias no originen pérdidas tan millonarias, sino que los ciudadanos también tienen un compromiso fundamental.

Las fuertes y continuas lluvias pueden ser peor que un sismo, así que estar preparados para vivir en penurias -sobre todo en zonas donde el Estado brilla por su ausencia- es una tarea que debemos conocer de paporreta. Para quienes tienen sus padres a su lado, pregunten qué no hicieron ellos para corregir esa indolencia ciudadana (ayudar al prójimo es una de ellas) y qué debemos hacer. Ojalá cambiemos nuestro chip de relajados.