Una monarquía absoluta es la forma política de gobierno que impera en el Reino de Arabia Saudí desde que fuera fundado en 1932. Las sucesiones familiares han asegurado el mantenimiento del poder, y cuando prendió la ola de la primavera árabe por toda la región del Medio Oriente, el rey Abdalá bin Abdulaziz, que acaba de fallecer a los 90 años, la combatió con firmeza. Arabia Saudí, con sus cerca de 30 millones de habitantes, es la mayor potencia productora de petróleo en el planeta. El oro negro no solo hizo de este país uno de los más ricos del mundo, sino que representa uno de los focos más influyentes en la región. De notable prevalencia sunita, Arabia Saudí comparte el liderazgo en la región con Irán, su ya conocido rival de mayoría chiita. Poco podrá hacer el nuevo y sucesor monarca, el rey Salmán, de 79 años, y no precisamente por la edad avanzada en que, como su antecesor, hereda el trono. No. El país es el mayor aliado árabe estratégico de Estados Unidos en la región, aun cuando Washington es consciente de que en Riad los derechos humanos siguen siendo un problema muy serio, pues no cesa la censura internacional por la condena a mil latigazos a que ha sido sometido un bloguero por criticar por internet a la durísima casta del poder religioso saudí. Es verdad que se han dado pasos importantes en los últimos años impulsados por el fallecido monarca, como la aceptación del voto de las mujeres y la construcción de universidades, pero también es cierto que están lejos de poder liberarse de mantener un sistema que los señala como uno de los países más conservadores del mundo.

TAGS RELACIONADOS