Desde los primeros minutos de su discurso desde el Congreso por el aniversario patrio, el presidente Ollanta Humala dejó en claro su falta de visión, de lucidez y de convencimiento sobre lo que necesita el Perú y sus 30 millones de habitantes. De saque soltó su ya famosa frase de “incluir para crecer” y de inmediato pasó a enumerar los logros y las cifras de sus programas sociales, esos que pueden tener sus méritos, pero que en el corto y mediano plazo no ayudarán a hacer crecer el país.

Hubo mucho de Cuna Más, Pensión 65, Qali Warma y demás, todo en medio del aplauso de la infaltable portátil humalista, cuando lo que necesita el Perú en estos momentos para calentar la economía, generar empleo productivo y mejorar las condiciones de vida de la gente es fomentar las inversiones peruanas y extranjeras, abrir mercados y controlar, con ley en la mano, los problemas sociales que impidan las actividades económicas debidamente fiscalizadas por el Estado.

Dar desayunos a los escolares, entregar 200 soles a los adultos mayores y brindar becas para los jóvenes con buenas calificaciones está muy bien y ojalá que todo eso siga más allá del 2016. Pero así no se pone a caminar un país con elevados índices de pobreza, que necesita que haya trabajo productivo como el que vimos surgir en el país una vez que a inicios de la década pasada se abrió el mercado a la inversión privada y llegamos a índices de crecimiento de hasta nueve por ciento.

Si es que en los años posteriores alguien presta atención al gobierno del presidente Humala y trata de hacer un diagnóstico, podría concluir con que el gran error de su administración fue centrar su accionar en programas sociales -para lo cual hasta creó un ministerio-, en lugar de preocuparse por destrabar inversiones frenando los conflictos sociales, la inseguridad y la falta de institucionalidad que genera desconfianza en los capitales.

A cuatro años de gobierno, Humala sigue siendo en el fondo el mismo político populista de siempre, aunque controlado por las circunstancias. Nunca aprendió que se necesita “crecer para incluir” antes de “incluir para crecer” y que mejor sería que el padre de un niño de la sierra tenga un buen empleo en una empresa que le pague bien; así el Estado no tendría que ir en busca de ese menor para regalarle un dudoso desayuno o para más tarde pagarle los estudios con una beca.