Si bien todo el país quiere escuchar a Martín Belaunde Lossio sobre su cercanía con la pareja presidencial, es la región Áncash la que tiene la premura por conocer la verdad acerca de su papel en “La Centralita”, ese huarique chimbotano donde, presuntamente, se hacían reglajes contra los opositores de César Álvarez Aguilar, el expresidente regional ancashino.

Han pasado unos tres años desde que dicho inmueble, donde funcionaba la productora Ilios de Martín Belaunde y de paso en una de las habitaciones vivía el suspendido congresista Heriberto Benítez Rivas, fue allanado por un grupo de fiscales que por dicho atrevimiento luego fueran procesados por Control Interno del Ministerio Público, a cargo del defenestrado fiscal de la Nación Carlos Ramos Heredia.

Es Belaunde Lossio ese eslabón que falta caer en manos de la justicia y que, precisamente, ha ido escapando de la misma gracias a sus buenos contactos con altas esferas del Gobierno. Porque no hay otra razón para entender cómo es que el amigo de la pareja presidencial haya burlado durante tanto tiempo a la Policía, tanto en Perú como en Bolivia.

Ahora, con su recaptura en Bolivia, Martín Belaunde, el amigo de todos, debe ser internado en un penal, ponerle seguridad permanente y cuidarle para que diga todo lo que sabe, caiga quien caiga. Para que esto se concrete, la labor de los procuradores y del Ministerio Público debe ser impecable, poniendo los intereses de las mayorías por encima de algunos que parecen buscar su silencio.

El golpeado pueblo de Áncash merece saber toda la verdad.

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