GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Un sector de los que opinan y deciden sobre políticas públicas en educación circunscriben la calidad a las condiciones referidas a presupuesto, infraestructura, materiales educativos y gestión. Es más, últimamente algunos aún postulan, desde una postura libresca y enciclopédica del pasado, que la buena escuela (ojo: la formación básica de los niños, niñas y adolescentes) es tal cuando el docente transmite contenidos conceptuales -a partir del desarrollo lógico de las disciplinas- para que los alumnos pasivamente los reciban y los memoricen. ¿Y en todo esto qué rol juega la persona del estudiante?

Los buenos resultados de aprendizaje, que son el indicador principal de la calidad de los sistemas educativos, son posibles cuando se tiene claridad de quién o quiénes son el o los beneficiario(s); es decir, cuáles son las particularidades socio-emocionales e intelectuales-cognitivas de las personas que se educan, así como sus necesidades fundamentales desde una perspectiva de evolución y pluralidad de los estudiantes en sus respectivos entornos. Esto para que las competencias fundamentales de aprendizaje -que incluyen los conocimientos, las capacidades y los valores- del currículo escolar que deben aprender los educandos sean pertinentes y realmente significativos.

Para el efecto, se requiere colegios con maestros que dominen los saberes que enseñan y desarrollen metodologías interactivas y creativas, ciertamente, con buenas condiciones de educabilidad. Y que tienen en cuenta los estímulos educativos de la sociedad actual de la información y el conocimiento, en un mundo diverso y global, que impactan cotidianamente en la persona humana.

TAGS RELACIONADOS