Si bien en nuestro país las cifras de criminalidad han encendido la alerta de los empresarios -incluso hasta pusieron este tema en debate en el reciente foro nacional de la CADE-, el Barómetro de las Américas de 2014, elaborado por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina de la Vanderbilt University y difundido por el diario El País de España, demuestra que este problema va más allá y pone en riesgo también a la democracia en sí.

El informe presentado el pasado lunes en Nueva York, que incluye 50,000 entrevistas en 28 países, revela que la continuidad del crimen y la violencia en esta parte del continente americano conllevan a tener “democracias en riesgo”. En el documento se detalla que esto último tiene su origen en la centralización del poder, soluciones populistas, ilegales o violentas, entre otros casos extremos.

La preocupación por la ola de criminalidad (32%) está alcanzando el nivel del porcentaje de la atención ciudadana al manejo de la economía (35%). Según el documento de Vanderbilt University, el 30.6% de los encuestados peruanos dijo haber sido víctima de un crimen, seguido de los ecuatorianos (27.5%), argentinos (24.4%) y venezolanos (24.4%).

Es más -en el orden-, Bolivia, Venezuela, Perú, Haití y México son los países donde peor imagen tienen los ciudadanos de la Policía; mientras en Venezuela, Brasil, Chile, Bolivia, Perú y México perciben mal a sus instituciones judiciales. Por último, uno de cada cinco encuestados pagó una coima en los últimos doce meses y un 80% de los encuestados afirma que la corrupción es común o muy común en sus gobiernos.

Por eso, es bueno hacerse la pregunta: ¿hacia esos extremos vamos? Por un lado, creemos que el gobierno central tiene la dura tarea de hacer que el país no tome ese camino y redirigir el destino, y por el otro, que los peruanos sean conscientes de que como parte del sistema contribuyan a que el rumbo sea otro.