Los candidatos (de momento los presidenciales, pero ya vienen los congresales) han empezado a abordar temas de coyuntura (como el caso reciente del Lote 192 en Loreto). En tanto su objetivo es obtener votos, aparecerán opiniones, críticas o adhesiones que buscan empatía con la gente antes que soluciones objetivas y reales (no solo técnicas) a problemas diversos.

Por eso no le sorprenda si en las siguientes semanas o meses ve a Keiko no solo ponerse el polo de Petroperú en Iquitos, sino pedir su participación en actividades extractivas, solicitando “empleo digno” para los talareños o piuranos gracias a la modernización de la refinería de Talara, o “exigiendo” a Southern que escuche y dialogue con la gente del valle de Tambo para la ejecución de Tía María.

Tampoco se alerte si de pronto Alan García adhiere a la pena capital para casos de robo seguidos de muerte o secuestros, o plantea que las FF.AA. hagan uso de sus armas en casos determinados.

No levante la ceja si PPK le ofrece el IGV a 10%. O si Toledo asegura que aumentará los sueldos a los maestros en 200%. O si Verónika Mendoza anuncia que la agricultura y el turismo, en breve plazo, reemplazarán a la minería. Todos son candidatos. Finalmente -recordemos- hoy en día, y entre varias cosas, estamos como estamos porque el actual jefe de Estado, cuando era candidato, se comprometió con los cajamarquinos con el antológico “agua sí, oro no”.

Gajes de la democracia, siempre y en cualquier lugar. Sin embargo, aquellos países que han logrado algo de estabilidad sorteando el populismo ramplón, lo han hecho gracias a una buena dosis de memoria colectiva; por esta, uno puede distinguir (más allá de personajes raros, simpáticos o lo que fuere) al serio del improvisado, al mentiroso del responsable, etc.

Dentro de todo lo malo, ¿este gobierno nos habrá ayudado a construir un poco de memoria colectiva? ¿Esta frágil democracia está signada por la amnesia impenitente? Responda, por favor, en abril del próximo año.