En el Perú tenemos un altísimo índice de muertos y heridos graves por accidentes de tránsito, producidos por ingesta de alcohol o por otras circunstancias. Por eso, resulta lamentable lo que sucede en los casos protagonizados por el músico Eduardo Saettone y por el empresario Guillermo Riera, a quienes da la impresión de que se les está premiando por su poca o nula voluntad para asumir su responsabilidad con los deudos y cumplir con la justicia.

En el primer caso, luego de una condena de prisión efectiva y la suspensión de por vida de su licencia de conducir por la muerte de una madre de familia en Santiago de Surco -por la cual estuvo prófugo-, en una instancia superior Saettone recibe una sanción más benigna de libertad condicional, como si haberse evadido de la justicia por largo tiempo no fuera un agravante. La indignación de los deudos y de la sociedad no se ha hecho esperar.

Tenemos también el caso de Riera, quien manejando su camioneta por la Costa Verde invadió el carril contrario y acabó con la vida de tres jóvenes que iban en moto, mientras que otro quedó grave. El causante de la tragedia, lejos de ayudar a las víctimas, huyó del lugar y horas más tarde abandonó el país. Hace dos días se ha puesto a derecho, pero obviamente ya no hay forma de probar que, como afirman los testigos, conducía bajo los efectos del alcohol. Hoy el hombre está libre en su casa.

Hace mal el Poder Judicial en actuar con mano blanda frente a estas personas, cuando los agravantes están puestos sobre la mesa. ¿Qué mensaje estamos dando a los malos choferes que lamentablemente abundan en nuestras pistas? ¿Que evadan a la justicia luego de ocasionar una tragedia porque nada les va a pasar? ¿Que conduzcan ebrios, maten y huyan que acá los jueces igual los van a soltar? Esto es delicado y esperemos una rectificación en ambos casos.