Los resultados de la encuesta de CPI publicada ayer por Correo han despertado la molestia del presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, pues el sondeo indica que el 58.3 por ciento de los peruanos del ámbito urbano cree que la primera dama Nadine Heredia es corrupta, en medio de los destapes periodísticos de sus cuentas bancarias, los aportes venezolanos antes de la campaña de 2006, los nexos con Martín Belaunde Lossio y otras situaciones que poco a poco van saliendo a la luz.

Se entiende que el Premier sea escudero de la Primera Dama, aquella que cuando él era ministro de Defensa le dio la luz verde para hacer una hospital en el Vraem, pero debería recordar que la señora no es el primer personaje que se somete a este tipo de consultas a través de empresas encuestadoras, sin necesidad de que haya una sentencia de por medio, como para que salga a decir que con la portada de Correo de ayer “se está violando la presunción de inocencia”.

Alejandro Toledo, Alan García, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski también han sido puestos bajo el escrutinio del público al preguntársele qué tan corruptos los consideran. Al menos los tres primeros no han salido bien parados en las consultas y nadie ha salido a picarse ni a atacar a las encuestadoras o medios por hacer su trabajo. Ninguno de estos personajes tiene una sentencia judicial en su contra como para decir, según la lógica de Cateriano, que se justifica la interrogante en las calles.

Cateriano ha dicho ayer también que hay una campaña de demolición en contra del presidente Ollanta Humala y de su esposa. De la misma forma, desde Palacio de Gobierno ven fantasmas en la Fiscalía, en el Congreso y en una oposición que no logra ni ponerse de acuerdo para quedarse con la presidencia del Poder Legislativo. En otras palabras, la culpa es de todos, de cualquiera, menos del Mandatario, de su esposa y del rabo de paja que tienen por sus actos del pasado -y de hoy-, que los persiguen.

El Premier es un personaje con harto recorrido, incluso desde antes que Humala ingrese a la política con dos bravuconadas absurdas (“Locumbazo” y “Andahuaylazo”). Bueno sería que busque otro tipo de argumentos cuando se le pregunte por sus jefes o que, en todo caso, aprenda a eludir el tema, ya que Cateriano, nos guste o no su estilo, aún tiene mucho que aportarle al país, claro, si es que no termina chamuscado por posturas como las mostradas ayer en televisión.