En los años de vida que llevo (son muchos) jamás vi ondear la bandera peruana en los techos, balcones y ventanas de todo el país, excepto que fuese 28 de julio. ¿Por qué tantas banderas saludando al viento en abril de 1997?

Un 17 de diciembre de 1996, catorce terroristas del MRTA, armados hasta los dientes, asaltan la residencia del embajador de Japón y arriesgan la vida de 300 invitados. En los meses siguientes, el camarada “Tito” y sus asesinos profesionales -jugándose un interminable pulso con el gobierno de Fujimori- mantendrían a 72 rehenes en cruel encierro y al Perú y al mundo entero conteniendo la respiración.

El 22 de abril de 1997, los comandos de la operación militar “Chavín de Huántar” llevan a cabo el impecable rescate de 71 de los 72 rehenes, éxito sin precedentes en la casuística estudiada de acciones antiterroristas. Con enorme orgullo, ¡embanderamos el Perú!

Dieciocho años después, el logro de los comandos, que el país y el mundo celebraron, ha sido penosamente lastimado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, mediando sentencia sobre “reparaciones” en dólares a favor de los familiares de los terroristas y en contra del Estado.

Los eruditos de criterios jurídicos y los peruanos de sentido común vemos en ello un insulto a la gesta heroica. Y a la CIDH, no como Corte imparcial, sino como “negocio de recompensas”.

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