Ha quedado claro que a pesar de los escándalos del pasado, ni las agrupaciones políticas ni nuestro sistema electoral han sido capaces de evitar que cada cinco años un puñado de sinvergüenzas se infiltre en el Congreso engañando a las autoridades y a los peruanos con el cuentazo de los estudios y títulos universitarios, cuando en verdad muchos de estos personajes hasta han tenido que pagar para que les den unos certificados de instrucción secundaria.

Lamentablemente, en las elecciones generales y parlamentarias aparecen candidatos que son acogidos en las agrupaciones políticas que son poco rigurosas al momento de hacer su selección de postulantes. Es obvio que esa escasa “minuciosidad” al momento de hacer los cruces de información se debe a que, por lo general, los aspirantes a políticos vienen cargados de aportes y facilidades que seducen a los líderes de los partidos.

Sin ir muy lejos, a poco más de un año de iniciado el actual Congreso, ya tenemos a dos legisladoras, ambas del fujimorismo, a las que se acusa de haber mentido en sus hojas de vida, al consignar estudios que jamás habrían realizado. Una de ellas era hasta “abogada”, cuando en verdad no acabó el colegio. A la otra se le acusa de haber sobornado al director de un centro educativo para que le emita unos certificados. ¿Nadie pudo advertir esto? Una vergüenza.

Dicho esto, y teniendo en claro que los partidos no están en condiciones de hacer las verificaciones respectivas, queda facultar a nuestro sistema electoral para que se convierta en un verdadero filtro que, como vemos, hoy no existe. Los peruanos no podemos seguir siendo sorprendidos por agrupaciones políticas y sus candidatos truchos que nos ponen sobre la mesa un menú nocivo, para que de buena fe nos sirvamos.

Un país que quiere ser serio no puede seguir teniendo congresistas que mienten en sus hojas de vida, sobre todo cuando en el Perú no se exige formación académica, ni siquiera la más elemental, para ser legislador. Estamos a cuatro años de las próximas elecciones y hay tiempo de hacer las cosas bien. No podemos seguir presenciando tremendos papelones protagonizados por “doctores” y “magísteres” que en verdad no tienen ni secundaria.