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Aunque diga que no, Álvaro Uribe, el expresidente de Colombia que se constituyó desde el comienzo en férreo opositor de los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC, y el más visible y conspicuo abanderado de la campaña por el “No”, ha resultado tremendamente fortalecido con el triunfo de esta posición en el reciente plebiscito convocado por el presidente Juan Manuel Santos para apoyar o rechazar dichos acuerdos. Santos, quien conoce al dedillo a su mentor, no va a darle más alas de las que ya ha ganado en los últimos años, pues es probable que Uribe busque capitalizar el inmejorable contexto político a su favor. Me explico. El último domingo, cuando ya era inexorable el triunfo del “No” sobre el “Sí” por poquísimo margen, el jefe de Estado colombiano se dirigió a todos sus compatriotas con un discurso sumamente corto pero contundente. Nunca se le vio derrotado, aunque en la práctica ha sufrido un durísimo revés político. A cambio, habló de un interesante ensanchamiento de la participación de los actores políticos. La idea de Santos es que pudieran estar representadas todas las fuerzas vivas de la sociedad colombiana para revisar con detalle el acuerdo firmado con las FARC. De paso evita trilateralizar el proceso, es decir, más allá del papel del Gobierno y las FARC, que cobre vida, y revitalizado, el expresidente Álvaro Uribe, que buscará a como dé lugar tener una participación protagónica. Santos, por supuesto, buscará neutralizarlo. El problema entre ambos políticos lleva varios años y los roces que han venido teniendo a tono de fuego cruzado han contribuido a polarizar la política cafetera. Colombia no debería distraerse en esas cosas. Será importante que ninguno de los dos se afirme como derrotado o victorioso del resultado del plebiscito. Colombia está por encima de los cálculos políticos, pues el voto por el “No” en ningún caso fue contra la paz, sino para evitar que se firme un acuerdo cuestionado calificado de desventajoso.