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Ya sabemos que el expresidente Álvaro Uribe, líder del NO en el reciente plebiscito en Colombia, se opone casi sistemáticamente a todo lo que promueva o proponga el presidente Juan Manuel Santos, su otrora ministro de Defensa durante su segundo mandato, pero la verdad es que sus recientes declaraciones rechazando que los miembros de las FARC, a los que se les ha hallado responsabilidad penal y consiguiente sanción con retención carcelaria por las atrocidades sucedidas durante la guerra interna, no puedan postular a cargos de elección política o popular es una posición bastante racional. Parece que en este punto, uno de los más complejos en los más de cuatro años de intensa negociación, las FARC se han puesto en una actitud indoblegable y el gobierno no ha tenido otra opción que aceptarlo. Participación política y condición de reclusión penitenciaria simultáneas no sería precisamente la mejor combinación que aparecería como incompatible. Más aún en un país donde las FARC han sido siempre vistas como un grupo terrorista con una posición contraria a la civilidad y, lo más importante, sin apoyo del pueblo. Todavía cunde en la opinión pública nacional la idea de la impunidad por la fractura interna que produjo una violencia estructural en el país y este es el tema más sensible que debe ser abordado con mucha diligencia; sin embargo, también es sensato que el presidente Santos insista en la idea de que este nuevo acuerdo no debería ser objeto de otro plebiscito como lo ha requerido insistentemente Uribe y hasta en su frenético deseo de conversar con las FARC, algo que prudentemente corresponde al gobierno. La idea del presidente Santos es que el acuerdo sea sometido a una aprobación por el Congreso de la República, donde por supuesto cuenta con una mayoría que le permita salir con un resultado airoso. En definitiva, el acuerdo renovado en su forma y en su fondo es una nueva oportunidad para los colombianos, y las visiones políticas con foto para el rédito político jamás deberían estar por encima del interés nacional colombiano. Ya se ha avanzado más de lo esperado y tanto el gobierno como la oposición deberían actuar con sensatez para que el futuro del país cuente con un instrumento que sea la base de un escenario pacífico donde los propios colombianos puedan reconstruir una paz social nacional permanente.