Donald Trump quiere mostrar su poder sobre todo a los jueces, que ya le trabaron una orden ejecutiva de impedimento de ingreso en los EE.UU. de musulmanes. Trump alista toda una cacería contra los latinos y otros migrantes que podría no tener precedentes en ese país. Su idea es expulsar de manera inmediata a todos los que cuenten menos de tres años en EE.UU. y que no tengan documentos que avalen su legalidad. Notemos que ya no se trata únicamente de aquellos que habían delinquido o que tenían problemas con la justicia estadounidense. No. Para Trump todos son potencialmente deportables y esa es una actitud arbitraria. El hermetismo comienza a apoderarse de los latinos que ni siquiera saldrán a las calles, por lo menos hasta que todo vuelva a su cauce, pero parece que no será tan fácil. En cualquier caso una de las consecuencias más nefastas que derivará del drama de la expulsión o deportación será la escisión familiar y todo por el capricho de un jefe de Estado que no entiende que hay valores superiores, como la familia, que no tienen precio porque es superior a una política gubernativa. Gran parte de los ilegales que yacen en las ciudades de EE.UU. serán arrinconados. Corresponderá a los consulados y embajadas de los países acreditados ante el gobierno de Washington estar atentos para velar por los intereses de sus connacionales en ese país dado que es una obligación protegerlos al máximo cualquiera sea su situación migratoria. Trump de un plumazo quiere que la gente olvide a Obama cuya política migratoria ha sido permeable y con enorme sentido social. El presidente estadounidense sigue ganándose odios gratuitos, pero eso no le importa como tampoco cambiar drásticamente el proyecto de vida de millones de migrantes que un día decidieron dejarlo todo en sus tierras por el sueño de una mejor calidad de vida en EE.UU.

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