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Con la recolección de poco menos de dos millones de firmas para exigir la realización de un referéndum, destinado a ratificar o a retirar a Nicolás Maduro de la Presidencia, los venezolanos tienen una oportunidad de oro para decirle adiós de una vez al chavismo que los tiene sometidos desde hace 16 años, y que los ha llevado a una severa crisis económica, pese a los millonarios recursos naturales que bien pudieron haberlos convertido en una potencia en la región.

El chavismo se encuentra en serios aprietos desde que en diciembre último la oposición ganó la mayoría en el Poder Legislativo. Recordemos la escena en que el nuevo titular de la Asamblea Nacional, Henry Ramos, manda retirar los retratos de Hugo Chávez de la sede parlamentaria, y pide a los empleados que si quieren se los lleven al Palacio de Miraflores, sede del Poder Ejecutivo a cargo de Maduro, quien a regañadientes tuvo que aceptar su derrota.

Ahora, la oposición ha logrado recolectar un millón 850 mil firmas para que se lleve a cabo una consulta para acortar el mandato de Maduro, el delfín de Chávez, que desde 2013 a la fecha no ha hecho más que consolidar una dictadura impresentable, que tiene a la población limitada en sus libertades y bajo una severa crisis económica, que hace difícil hasta encontrar productos de primera necesidad como medicinas y alimentos básicos. A eso se suma el déficit energético que afronta el hermano país.

Con toda seguridad, el chavismo tratará de impedir la realización de la consulta. Sin embargo, la oposición, los países democráticos y los organismos multinacionales que no sean la Unasur y la OEA, que nada hacen ante el drama de los venezolanos, deben de estar muy atentos ante el intento de la oposición de sacudir al país de 16 años de un régimen que en su momento tuvo seguidores en la región, pero que poco a poco tiende a desaparecer por las nefastas consecuencias que genera.

Lo que sucede hoy en Venezuela, en que un régimen populista y totalitario se encuentra contra las cuerdas, debe de servir de lección a todos aquellos a los que, en algún momento, se les pueda pasar por la cabeza acceder al poder para tratar de captar todos los poderes bajo su manto. La democracia no contempla ese tipo de situaciones que solo pueden mantenerse por un tiempo, hasta que la gente reacciona y dice “hasta acá nomás”.