Cómo será de improvisada nuestra política que la presencia de Daniel Urresti, como posible candidato presidencial, causa temor en los políticos tradicionales. Por lo pronto, el nacionalismo acaba de asegurar su carta pase -mismo equipo de fútbol- para la próxima temporada electoral 2015-2016. Y así el show continúa en el velorio de la política decente.

¿Qué méritos tiene Urresti para ser candidato presidencial? Bueno, antes que me respondan, ¿qué debe tener un peruano para llevar las riendas del país? La Constitución no pide mucho, tener 35 años de edad y punto. Por eso, ahora volvamos a hacer la primera pregunta. El máximo potencial del exministro del Interior es tener la lengua larga, sin freno ni tapujos. Solo eso.

Los peruanos estamos cansados de que la Carta Magna ampare a tanto vago que ingresa a servirse de la política. Por eso tenemos este Congreso, plagado de gentes que solo han llegado para impulsar leyes con nombre propio o -en el mejor de los casos- cobrar sin laborar; lo mismo pasa con algunos presidentes regionales, alcaldes provinciales, distritales y unos regidores que se asustan de tener como primer trabajo un puesto público.

¿Esta no es la decadencia de la política nacional? Si no lo es, estamos muy cerca de lograr el objetivo y todo por culpa de nosotros, los ciudadanos, quienes a la hora de elegir votamos con el corazón y no el cerebro, elegimos el cuento en vez de las noticias, preferimos el chamullo en lugar de la razón, aplaudimos las promesas y refunfuñamos las verdades.

Que la Constitución no ponga más restricciones, como no tener antecedentes penales pendientes o condenas por corrupción, no significa que nosotros, los electores, no las tengamos a la hora de designar a nuestra máxima autoridad. Por eso, si bien tenemos un código legal por el cual nos regimos todos los peruanos, también tenemos uno moral para discernir entre lo decente e indecente. Nunca es tarde.