Hace poco en este espacio comentaba sobre la indignante costumbre que han agarrado algunos choferes informales de diferentes zonas del país de agredir a los fiscalizadores de la Superintendencia de Transporte Terrestre de Personas, Carga y Mercancías (Sutran), lo que es una muestra de salvajismo y de desprecio por la legalidad y el respeto a la autoridad, algo que jamás debería darse en cualquier país civilizado donde las leyes deben cumplirse sí o sí.

En las últimas horas vimos otra forma de desacato a la autoridad nada menos que en Miraflores, donde el inquilino moroso de un hostal no encontró mejor manera de quedarse en una propiedad ajena que contratando a matones con palos, bombas molotov y llantas para quemar, quienes finalmente fueron detenidos por la Policía Nacional tras varias horas de tensión y de escenas propias de una republiqueta donde la violación a la ley es cosa de todos los días.

Meses atrás tuvimos una situación similar en Lince, donde otro grupo de matones se metió a una casa que estaba en litigio, la cual quedó destrozada. Esa vez el agravante vino por obra y gracia del Poder Judicial, que a las pocas horas dejó en libertad a los delincuentes en medio de la indignación de todos. Ayer pasó algo similar en un cementerio que se disputan Surco y Chorrillos, donde los hampones llegaron en cuatro ómnibus, tal como informamos en esta edición de Correo.

Es de esperarse que las autoridades actúen con total firmeza ante estos hechos, pero no solo deteniendo y condenando a los matones, sino también a quienes están detrás de ellos. Es evidente que esta gente que usa palos y se cubre el rostro no actúa sola, sino previo pago de personajes que también deberían estar tras las rejas, pues no se puede permitir estas situaciones de barbarie que poco a poco se van haciendo costumbre en Lima y otras zonas del país.

Mucho nos hemos escandalizado con esa supuesta campaña llamada “chapa tu choro”, pero poco se piensa en la forma en que están actuando ciertos personajes al contratar matones por un plato de lentejas, a fin de oponerse a la ley a punta de palo y bomba molotov. La mano dura de las autoridades es la mejor arma para impedir que la legalidad sea superada por salvajes que no deberían tener un solo día de impunidad.