Hemos admirado la impresionante exhibición de agallas y talento de las señoras Tintori y Capriles, esposas de los extraordinarios líderes venezolanos Leopoldo López y Antonio Ledezma, presos políticos de la dictadura de Maduro sin argumentos y sin juicio. Dos leonas han asumido la defensa de sus maridos y de todos los venezolanos injustamente encarcelados por protestar contra el abuso, el caos y la violencia.

Si no fuera por el daño que hace, no se justificaría tomar en serio a un presidente gigantón y ridículo que miente a diario, y piensa que sus fantasías son creídas dentro y fuera de su país. Desgraciadamente, los venezolanos han sido abandonados por su propia región y por el sistema de NN.UU., donde las agrupaciones regionales son determinantes. Por esta puerta el tirano pudo colarse al Consejo de Seguridad gracias al vergonzoso patrocinio latinoamericano. Desde esa posición ha multiplicado sus violaciones a normas universalmente obligatorias sobre derechos humanos. Maduro tiene el bochornoso desparpajo de impedir el acceso de la Cruz Roja Internacional a las mazmorras venezolanas para velar por la salud y observar las condiciones de detención de los presos. El exceso es especialmente condenable si lo comete un miembro del Consejo de Seguridad de NN.UU. Pero nadie se inmuta (¡!).

La prensa latinoamericana informó sobre la elección de Luis Almagro como nuevo Secretario General de la OEA. Pero no lo criticó por estrenarse enarbolando la doctrina chavista que privilegia el principio de no intervención sobre el que consagra que los derechos humanos son prevalentes y constituyen una excepción a la soberanía nacional y a la obligación de no intervenir en asuntos de otros Estados. Hace mucho que las NN.UU. y la OEA abandonaron la doctrina que defiende el novísimo ejecutivo del máximo organismo interamericano. Nadie lo ha denunciado por tan grave infracción, salvo un compatriota suyo: el prestigioso diplomático e intelectual Adolfo Castells.

Hasta el Vaticano mira de costado la tragedia venezolana. Ni las crueldades de la dictadura de Maduro ni la suspensión indefinida del inservible diálogo que avaló conjuntamente con Brasil, Colombia y Ecuador han despertado a la diplomacia del primer Papa latinoamericano. ¿Qué hacer ante tanta indolencia?

Cuatro recomendaciones a la oposición venezolana. 1) Promover acciones contra el gobierno de Maduro ante la Corte Internacional de Justicia por violar sistemáticamente la Declaración Universal sobre DD.HH. y la normatividad obligatoria de NN.UU., con el agravante de ser miembro del Consejo de Seguridad de la organización. 2) Denunciar al gobierno de Maduro ante la Corte Interamericana de San José por su contumaz incumplimiento de la Convención Interamericana de DD.HH., la Carta de la OEA y la Carta Democrática Interamericana. 3) Exigir celeridad a la Corte Penal Internacional en la investigación de la denuncia de 300 parlamentarios iberoamericanos sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura de Maduro. 4) Solicitar a Su Santidad Francisco que demande la liberación inmediata de todos los presos políticos y la restauración de la democracia en Venezuela.