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La presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, ha sido suspendida del cargo por el Parlamento. Afrontará un juicio político y el Tribunal Constitucional decidirá hasta en seis meses su responsabilidad. Aunque la presidenta sigue siéndolo, no puede ejercer el cargo hasta que sea deslindada su situación jurídico-política; mientras tanto, el control del poder ha quedado en manos del primer ministro Hwang Kyo-ahn. Es la segunda mandataria en el planeta - la primera fue la brasileña Dilma Rousseff-, que es apartada del ejercicio de tan alta investidura en el Estado. El dicho “Dime con quién andas y te diré quién eres” parece haber sido la idea que prevaleció entre los diputados surcoreanos que decidieron suspender a Geun-hye de la Presidencia, pues su amiga personal Choi Soon-sil, llamada “Rasputina”, se habría valido del tráfico de influencias para obtener favores con evidente lucro. Es muy importante no perder de vista que la presidenta no ha dejado de serlo, y hasta gozará, durante la suspensión, de los privilegios que cuenta el jefe de Estado en ese país.

El aliado estratégico -EE.UU.- y el enemigo de siempre -Corea del Norte- siguen atentos el desarrollo político en Seúl, siempre para aliviar al país de una crisis (Washington) o para intimidarlo (Pyongyang). El escándalo de corrupción que persigue a la amiga ha arrastrado a la presidenta que no ha podido desligarse de ella, llevando a que la gente exija su dimisión.

La ONU califica a la corrupción como una de las mayores amenazas del globo y esta se convierte en sello indeleble para muchas autoridades comprometidas. Corea del Sur -50 millones de habitantes-, siempre vulnerable, por su presidenta y la amiga de esta, ahora lo está mucho más.

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