El caso Ecoteva nació el martes 22 de enero de 2013 y su vientre fue una portada del diario Correo. El nombre que al final tomó esta denuncia no es lo más importante en la cadena de hallazgos que los periodistas de investigación encuentran en un determinado caso. Por eso, sin desdeñar la trascendencia que tuvo en esta secuencia de revelaciones el reportaje de Panorama sobre la empresa offshore de Costa Rica desde la que provino el dinero para la compra de la casa de doña Eva Fernenbug, la verdad es una sola: el destape es de Correo y lo demás, como la información de la adquisición de las oficinas de Torre Omega en el programa de Beto Ortiz, representa una valiosa continuidad a la denuncia madre, que se publicó bajo la evidente sospecha de que el dinero provenía en realidad del expresidente Alejandro Toledo. No escribiríamos esta columna si no notásemos un afán desmedido y arbitrario por atribuirse un logro que no es tal en vez de resaltar el resultado final y la importancia del rol de la prensa en su intención de concatenar esfuerzos, y sumar pesquisas, recursos y técnicas hasta llegar al objetivo, que es la verdad abrumadora, el desenmascaramiento inobjetable de los fariseos del poder. Cualquier periodista de investigación llegaría a la misma conclusión y priorizaría en el balance la colosal dimensión de la hoja de ruta que empezó a marcar el informe de Óscar Libón bajo la dirección de Aldo Mariátegui. Los eventos posteriores, sencillamente, no se hubiesen dado sin el antecedente previo, la acusación matriz, el informe-origen. Esta es una verdad cuyo reconocimiento también debería enaltecer a la prensa.

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