Inevitable no hablar del partido de Perú con Ecuador y no sentir una alegría como pocas. La manera como jugaron los pupilos de Gareca no es poca cosa. Ir a la altura de Quito, donde nunca habíamos ganado, y enfrentarse a jugadores con un biotipo superior es tener los cojones bien puestos.

Por eso es que la tarde de ayer la bicolor tuvo un buen inicio saliendo a presionar y no a esperar al rival para ir al contragolpe, como muchos pensaron que iba a plantearse el partido. Se equivocaron todos.

Gareca mandó un once que no arrugó en ningún momento, que tuvo en Rodríguez a un baluarte comparado con Chumpitaz. Un defensor sobrio e inteligente para aguantar a Caicedo, que debe pesar varios kilos más que el defensor nacional.

Como los equipos se paran de atrás hacia delante, el resto cayó por su propio peso. Ramos había cometido menos errores que en otros partidos -hasta su expulsión-, mientras el corazón de Corzo late con más velocidad que los piques de Advíncula. Por ahí Trauco fue el punto más bajo y por su zona Valencia, el del Manchester, arremetía más veces que combi pirata.

Yotún y Tapia rompieron el mediocampo ecuatoriano y ambos se turnaban para cortar el pase final a la zona de ataque norteña. Carrillo se encontró con la horma de sus zapatos y pocas veces pudo ganar la banda ante los velocistas rivales. Y Flores, que no brillaba mucho, que parecía un poco ensimismado ante esas torres gemelas, volvió en sí y su zurda flirteó con la pelota logrando el clímax de la hinchada.

Cueva mantiene un juego parejo y lo vamos a extrañar en Argentina; mientras al llanero solitario Guerrero se le perdona que no nos haya puesto 1-3 adelante en los últimos minutos.

Mérito de Gareca al lograr confeccionar una banca con variantes. Hurtado es su creación y los jóvenes Cartagena y Santamaría demostraron tener raza y carácter en la altura que arruga a los más pintados.

La verdad es que temía defraudarme como aquel partido perdido en la eliminatoria pasada con Paraguay en Asunción, a la que todos le ganaron menos Perú. Ahora quedan dos fechas (Argentina y Colombia) y tal vez ya sea el momento de creer más en esta selección.