El derecho es una ciencia y creo que los miles de estudiantes de leyes de América Latina -el Perú está penosamente entre los primeros- no lo saben. Son responsables de ello los profesores que ni siquiera están convencidos de que lo sea. Alertado por esta gravísima realidad, cuando decano (2010-2016) de la entonces Facultad de Derecho, Ciencia Política y Relaciones de la UTP, propuse un cónclave de todos los decanos de las facultades de Derecho de Lima y del país, liderados por el decano del Colegio de Abogados de Lima, para abordar la tristísima realidad en la formación de los estudiantes de derecho. 

La conclusión, a la luz de mi experiencia docente, es que los estudiantes son deficitarios en las bases conceptuales del derecho, con lo cual toda la cadena de su proceso formativo se vuelve confusa y distorsionada. Por ejemplo, creen que las fuentes del derecho, que son métodos para crear derecho, están jerarquizadas como las normas jurídicas (Pirámide de Hans Kelsen), es decir, así como la Constitución está por encima de la ley y esta de una resolución, creen que la ley es superior a la costumbre y que esta a la jurisprudencia (fallos de los jueces), etc. También creen que el derecho es “papelito manda” y que gran parte del derecho se hace o existe en una notaría, quedando en la errada idea de que si no emana de allí, entonces nada vale, ninguneando a los contratos verbales y los de naturaleza extracontractual. La tragedia se muestra de cuerpo entero cuando abogados, jueces, fiscales, procuradores, etc., en quienes la impronta del desfase formativo fluye, hacen del ejercicio del derecho un verdadero zafarrancho, desnudado en una montaña de aberraciones jurídicas que resultan en el imperio de lo injusto. Por eso, los mejores profesores para los cursos básicos como Introducción al Derecho son, para leer sin excusas (en el Perú), Mario Alzamora Valdez, Carlos Fernández Sessarego, Marcial Rubio Correa, Fernando Vidal Ramírez y José Hurtado Pozo, entre otros, si queremos ser serios en esta apasionante carrera.