Aunque parezca un oxímoron, porque no hay nada de cobardía acomplejada en el auténtico cristianismo, en nuestra época se han multiplicado los cristianos de nombre que se comportan socialmente como si no creyeran en Cristo. Este complejo se ha extendido perniciosamente en grandes sectores de una civilización de raíces cristianas que ha decidido, voluntariamente, retornar al paganismo. Vivimos en un mundo neopagano, como dijo Ratzinger, y al igual que en el siglo III, un fuerte clamor de persecución contra el cristianismo se alza en las más diversas esferas. Este clamor neopagano se ha apoderado de los medios de comunicación infiltrando la esfera pública, donde, alternativamente, se intenta acallar la voz de la religión mientras se promueve una agenda rabiosamente anticristiana.

Pero el anticristianismo del siglo XXI está generando, como todos los anticristianismos de la historia, un despertar cristiano. Al cristianismo nunca lo ha amedrentado la persecución. Muy por el contrario, ya lo dijo Tertuliano, la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. Por lo demás, la historia de Occidente no se comprende sin el cristianismo. La ciencia, el arte, el Derecho, la política, la filosofía, todo ha sido iluminado por los discípulos de Cristo. Y en esto hay que meditar cuando se hace evidente el enfrentamiento que el cristianismo tiene que librar contra esa ola viscosa e irresponsable de liberalismo anárquico, radical, ateo y permisivo.

Para tal guerra cultural hace falta despertar de su letargo y sacar del clóset a los cristianos de nombre que actúan de manera acomplejada ante los señores de este mundo. Hace falta recordarles que nada de lo que hoy parece invencible prevalecerá al fin de la batalla y que esta tiranía de lo políticamente correcto, este absolutismo pseudo-liberal falsamente triunfante no es más que un fariseísmo que maquilla la verdad según su conveniencia, y está destinado al fracaso porque construye ficciones negando el orden natural.

Finis: Al parecer, la inefable gestión de la hecatombe en Chosica ha sido dirigida por una mente trivelliana. Francamente ineficaz.