Es lamentable, pero habitual que recién cuando un germen que viene atacando a nuestra sociedad desde siempre afecta algo mucho más cercano, más afín a nosotros, parecemos notarlo. El pasado martes 11 de abril, el bus que transportaba a la delegación del Borussia Dortmund rumbo al Signal Iduna Park, donde enfrentaría al Mónaco por la ida de los cuartos de final de la Champions League, vio interrumpida su marcha por un atentado que dejó como saldo al jugador Marc Bartra herido. Por supuesto, el partido se reprogramó para el día siguiente.

Cuatro días después de que este acto dejase a Alemania paralizada ante un nuevo caso de terrorismo, los responsables del mismo siguen sin ser identificados. Sin embargo, un grupo de ultraderecha aseguró, mediante un correo electrónico al diario Tagesspiegel, que el ataque en Dortmund es apenas un “último aviso” dirigido a quienes defienden y promueven la multiculturalidad. De más está decir que respaldan el atentado. La misiva hacía referencias a Adolf Hitler y advertía sobre futuros ataques, por ejemplo, el 22 de abril, día en el que “fluirá la sangre” según se lee. Ese día, un grupo de manifestantes planea protestar frente al congreso federal que el partido ultranacionalista e islamófobo Alternativa para Alemania (AfD) llevará a cabo. Se trata de una clara amenaza.

No es gratuito que el fútbol esté en la mira de grupos radicales que rechazan la multiculturalidad, ¿qué otro deporte puede albergar tanta diversidad y desatar tanta pasión a la vez? Se trata de un acontecimiento cultural sin precedentes y, por lo mismo, es sin duda el foco de atención ideal para quienes pretenden dar “mensajes”, lanzar “advertencias” o “concientizar” a las masas. No es la primera vez ni será la última, el 25 de julio de 2007, cerca de 50 personas perdieron la vida por dos atentados contra aficionados que celebraban en Bagdad el triunfo de su equipo en semifinales de la Copa Asia, dos días después, dos explosiones al norte de Bagdad dejan al menos siete muertos, cuando aficionados salían a las calles de Sayed Gharib para celebrar la victoria de su equipo en la final del mismo torneo. El 8 de enero de 2010, un entrenador asistente y el jefe de prensa de la selección de Togo mueren cuando el equipo viajaba para disputar un partido de la Copa África. El vehículo fue ametrallado por la guerrilla separatista del FLEC. Ejemplos hay muchos y lo curioso es que el revuelo es enorme cuando los atentados se dan en lugares como Alemania, España o Francia, porque el terror desde hace mucho que gana espacio en el fútbol, ahí están Somalia, Iraq, Honduras, Pakistán y Turquía, entre otros.

La sangre que se ha regado teniendo al fútbol como escenario es incalculable y no existe manera concreta de prever algún cambio o aparente solución. Flaco favor realiza en esa dirección nuestro selectivo sentido de la indignación.