GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Faltan apenas 48 horas para el fin del gobierno del presidente Ollanta Humala y da la impresión de que el gobernante y su esposa tendrán que apagar la luz e irse a su casa, pues dejan Palacio de Gobierno rodeados de una inmensa soledad lograda a pulso por ellos mismos, quizá creyendo, gracias a su inexperiencia, que el poder sería para siempre y que estaban a la altura política de los rivales que enfrentaron pese a no tener capacidad para responder a los contraataques.

Hasta inicios de 2013, el presidente Humala tenía una inmensa aceptación popular. Superaba el 50 por ciento. Eran tiempos de gloria en que el oficialismo cometió cuatro errores que creo fueron cruciales. El primero fue crear la llamada “Megacomisión”, que si hubiera permitido judicializar al menos un presunto caso de corrupción del gobierno aprista, de algo hubiera servido. Sin embargo, todo el trabajo se hizo mal y no se llegó a ninguna conclusión importante.

Y mientras el novato Sergio Tejada trataba de encontrar algún indicio que implique a Alan García, los apristas, como defensa política, enfilaron su artillería contra Humala. La segunda metida de pata del oficialismo fue jugar a la ambigüedad y al “no pero sí” con la absurda intención de Nadine Heredia de ser candidata presidencial en 2016. En ese contexto fue que surgió el lapidario término de “reelección conyugal”. El barco humalista comenzaba a zozobrar.

Luego vino el intento de compra de los activos de Repsol por parte del Estado, lo que hizo pensar a muchos que el humalismo mostraba su rostro chavista. Finalmente, Humala cometió el error de pedirle a la familia de Alberto Fujimori que solicite el indulto del expresidente, para finalmente negárselo. La reacción del fujimorismo no se hizo esperar, mientras al oficialismo lo defendían voceros, operadores y escuderos de muy pero muy poca monta.

Si un político quiere hacer “jugadas” audaces, sea por la razón que sea, debe por lo menos asegurarse de que cuenta con un partido y un equipo de voceros que salga a defenderlo políticamente. Humala no tenía ni lo uno ni lo otro, y ahí están las consecuencias. En dos días más, Ollanta y Nadine se van a su casa dejando la sensación de que en algunos casos el poder emborracha al extremo de hacer creer que siempre se gana.

TAGS RELACIONADOS