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Los sentimientos encontrados asaltan al mundo entero luego de conocerse la muerte de Fidel Castro, el padre de la Revolución Cubana, a la edad de 90 años.

Unos lamentan el fallecimiento del exdictador de la isla, sobre todo aquellos que comulgaron con su pensamiento y acción, como los presidentes Nicolás Maduro y Evo Morales, de Venezuela y Bolivia, respectivamente, pero también hay otro segmento que ve en su desaparición un motivo de alegría, como los cubanos que anclaron en Miami.

Lo cierto es que, cualquiera sea el cristal con que se le mire, se ha ido un hombre que escribió -a veces con sangre- extensas páginas del siglo XX y que permanecerá en la historia precisamente por eso, por gobernar desde la autocracia y someter a su pueblo bajo los alegatos de una revolución que, en términos reales, nunca conllevó paz y prosperidad.

Fidel Castro fallece en un momento crucial para el país que él apartó del circuito económico mundial en el entendido de que el comunismo representaba la panacea a todos los problemas.

Cuba, con su venia y el aval de su hermano, Raúl, el actual mandatario, ha empezado a abrir las compuertas hacia el diálogo moderno y la apertura comercial, y la muestra está en que propios y extraños ya advierten un cambio sustancial en el vaivén de La Habana, la capital isleña.

¿Qué pasará de ahora el adelante? ¿Habrá castrismo sin Fidel Castro? Preguntas que solo el tiempo responderá.

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