Corea del Norte es todo un enigma. Impenetrable, en realidad poco se sabe de este país gobernado por una dinastía -Kim- desde hace 70 años. El éxito para mantener la vigencia del régimen es la imposición del culto al líder como política de Estado y el miedo y las ejecuciones como regla, o con mejor suerte para los disidentes, acabar sus vidas en los campos de concentración y trabajos forzados. Hoy, que se celebra el 105° aniversario del nacimiento de Kim II-sung, que iniciara la historia de una vil dinastía de dictadores -abuelo, padre e hijo-, y que a su muerte en 1994, fuera declarado Presidente Eterno, el gobierno comunista conmociona al mundo ante la eventualidad de una reacción bélica por la presencia naval estadounidense en las costas de la península buscando disuadir a los norcoreanos, y que por supuesto las pocas agencias de noticias del régimen se han encargado de ningunear.

Así las cosas, con 25 millones de habitantes que han sido obligados a solamente vestir de oscuro, Pyongyang -capital norcoreana- se ha convertido en el mayor dolor de cabeza para la comunidad internacional. Sobre este país y su actual líder -Kim Jong-un-, solo se puede especular acerca de su reacción militar. En los últimos años ha desarrollado la política exterior de la amenaza, no solo a Corea del Sur, su mayor enemigo, sino a los aliados de Seúl, principalmente Washington. Los lanzamientos de misiles al mar en señal de ejercicios nucleares, a pesar de la condena mundial, han logrado su cometido de generar alarma en el globo. Preocupa y mucho que el presidente Donald Trump haya dicho que podrían reaccionar ante Pyongyang -por sus recientes decisiones en Siria y Afganistán ya no se sabe qué pueda resolver- y preocupa también que Jung-un anuncie que no se quedarían de brazos cruzados sin dar una lección a Occidente, sobre todo cuando se especula acerca de su real poderío nuclear. Corea del Norte es una caja de Pandora.