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La elección con criterio político de tres directores del Banco Central de Reserva ha motivado indignación. Dos de ellos sin la formación económica exigida, un tercero en posible conflicto de intereses por pertenecer a una consultora que no debería acceder a la delicada información que maneja la máxima entidad de política monetaria del país. PPK se curó en salud al ratificar a Julio Velarde caracterizado por su eficiencia dentro de un perfil discreto sin altisonancias. Dirige un directorio que debe ser una isla de excelencia y pulcritud en beneficio de un trabajo tecnocrático depurado que se caracteriza por la reserva. Demasiados intereses nacionales impiden que en una institución tutelar como el BCR ingrese la política, simplemente no es su espacio. Como tampoco lo es la Superintendencia de Banca y Seguros, cuya nueva titular Socorro Heysen ha anunciado el respeto a los valores de la tecnocracia responsable que históricamente la ha caracterizado y colocado entre las mejores instituciones del país. Una necesaria evaluación está en marcha sobre el personal ingresado en el quinquenio pasado en que pudo darse un reclutamiento indiscriminado y de alguna manera politizado. Nadie dudaría que la supervisión financiera exige muy alta preparación profesional. En plena lucha del régimen contra la corrupción, el BCR y la SBS necesitan garantizar el alto nivel ético de sus máximos funcionarios. Recordamos el gesto de Juan José Marthans quien al cesar como Superintendente de Banca, Seguros y AFPs -año 2007- pidió voluntariamente el levantamiento de su secreto bancario. Una acción aislada que debería hacerse legalmente obligatoria para los funcionarios de alto nivel en la SBS, el BCR, la Sunat, las empresas públicas más un gran etc. Muy importante gesto porque no basta para la transparencia con la declaración jurada, al ingresar y salir de un alto cargo. La impunidad se propicia también por silencios cómplices y por temores reverenciales.

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