Es una tremenda ironía que un gobierno como el humalista, que llegó al poder promoviendo marchas callejeras y criticando la llamada “represión policial”, al extremo que una vez pidió la vacancia del expresidente Alan García por los sucesos de Bagua, ahora esté recibiendo de su propia medicina por miles de ciudadanos que han salido a las calles a exigir la derogatoria de la Ley de Empleo Juvenil.

Ahora que ven que la cosa es complicada y que los jóvenes se están moviendo por diferentes zonas de Lima para reclamar, el presidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia deben de extrañar sus tiempos de polo rojo y garganta inflamada, cuando se unían a cualquier movilización a fin de obtener rédito político, tal como hacen ahora aquellos a los que la señora acusa de practicar “politiquería barata”.

Si el humalismo está empeñado en mantener la cuestionada norma, debe poner a sus mejores voceros a explicar su contenido, en lugar de estar llevando jóvenes al Congreso, como los que ayer movilizó el legislador Josué Gutiérrez, a que den proclamas poco serias que en nada ayudan a bajar la tensión que podría escapársele de las manos al Gobierno si no la sabe controlar en las próximas horas.

Mal haría el Ejecutivo si cree que todo el problema se debe a la oposición o a los medios, sus eternos fantasmas. Acá hay un asunto grave que debe ser afrontado con información técnica y argumentos sólidos, si es que realmente los tiene la nueva norma que el humalismo se empeña en sacar adelante.  

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