Del cañoncito a la chaveta de Castilla
Del cañoncito a la chaveta de Castilla

El ministro Castilla ha sido el barco pirata que ha navegado con bandera de cojudo dentro del gobierno de la inclusión social, según dicen los defenestrados de la Gran Transformación. No se equivocan, los ha sobrevivido.

Empezó como el talismán que tranquilizó a los empresarios del Ollanta triunfador. Fue quien le enseñó a la "pareja presidencial" la lógica elemental de la economía y ha logrado torcer su voluntad o mecerlos en unos cuantos caprichos (línea de bandera, repotenciar empresas públicas, Petroperú, compra de Repsol, gasoducto, etc.) para salvar el modelo económico. Aplausos.

Con el tiempo, pasó de ser un eficiente cajero a ser parte del triunvirato en el poder. Los primeros ministros están de pantalla. Hay algunos -como Jiménez Mayor- que hacían su rol perfectamente pero se desgastan, hasta la estupidez tiene un límite. Otros como Villanueva nunca se supieron ubicar y lo acuchillaron. Tener ideas propias de cómo gobernar en serio, dialogando con el resto de fuerzas políticas hace cortocircuito en un gobierno basado en la improvisación, pues nadie sabe qué contiene y quién tiene la agenda. La Confiep hace negocios. No aprende.

El futuro profesional de Castilla tiene un gran problema: pago de los bonos de la Reforma Agraria. El reglamento aprobado por el MEF, fuera de tener una metodología cantinflesca para pagar lo menos posible, desconoce los intereses de los bonos. Eso es un delito en cualquier parte del mundo, en especial en las plazas financieras donde se quiere mudar a futuro.