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Lo que puede generar una llamada telefónica. La que recibió Donald Trump, presidente electo de EE.UU., por parte de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, ha provocado que las autoridades de China expresen su frontal protesta por el significado derivado de esa conversación. Para China, la cuestión de Taiwán es sencillamente innegociable. ¿Pero cuál es el problema? Lo voy a explicar. El 1 de octubre de 1949, el pueblo chino con Mao Tse-tung a la cabeza logró el triunfo de la revolución comunista estableciendo en el país la denominada República Popular China que hoy cuenta con más de 1300 millones de habitantes y cuyo presidente es Xi Jinping. En aquel año, el grupo dominante del Guomindang se retiró a la provincia de Taiwán de China -una pequeña isla ubicada frente a la inmensa China continental- y, con el apoyo de fuerzas extranjeras, Washington, por supuesto, desde esa posición geopolítica, se enfrentó al gobierno central. La política de Estado de China ha sido siempre la unidad de una sola China donde la cuestión de considerar a Taiwán fuera de su territorio es una posibilidad inimaginable. Desde el mismo día de la revolución, China brega por la completa solución de Taiwán, incluso aceptando en 1979 la idea de “un país dos sistemas”, es decir que Taiwán pudiera mantener el sistema económico capitalista impulsado por la influencia de occidente. En los años noventa, el líder taiwanés Li Denghui sorprende a Pekín con la visión separatista encaminada a la creación de dos Chinas donde Beijing lo considerada un completo despropósito que supone incluso una amenaza a la paz en la región. La comunidad internacional se mantiene a la expectativa donde el Perú cuida muchísimo la relación bilateral, de allí que contamos con nuestra embajada en Beijing ante la República Popular China y una Oficina Comercial en Taipéi ante las autoridades de Taiwán. No habría que achacarle todo a Donald Trump. Los chinos son extremadamente sensibles con el asunto de Taiwán. Al nuevo gobierno estadounidense le interesará mucho mantener las mejores relaciones con Beijing, pues ya no estamos en la Guerra Fría de la segunda mitad del siglo XX.